Siendo jovencito visité Morella por primera vez con mi familia. Recuerdo que una de las imágenes que más me impactaron fue una placa conmemorativa en la pared de la vivienda en la que según parece Sant Vicent Ferrer obró el milagro de resucitar a un niño que había sido cocinado por su madre en ofrenda al Santo valenciano.
Mi madre lo intentó, pero no logró imbuirme de su fe, ni mucho menos consiguió que aún desde mi inocencia, aceptara como real la barbaridad que en los azulejos de la pared se relataba. Y es que al final todo es una cuestión de fe.
Pues bien, veintitantos años después de ese viaje a Morella, el Consell, presidido por un morellano, presentó el proyecto de presupuestos de la Generalitat para el año 2019. Unos presupuestos que el propio Conseller Soler calificó como de “milagro valenciano” tras aumentar las cuentas en un 10% respecto al anterior presupuesto.
Porque claro, la partida de gastos en un presupuesto se puede incrementar en el porcentaje que cada cual estime conveniente, siempre y cuando dichos gastos tengan asegurados unos ingresos que lo sufraguen, que no es el caso. Por lo que incrementar la previsión de ingresos de forma desmedida y sin base alguna que sustente tal incremento nos llevará irremediablemente a no poder ejecutar el gasto prometido.Vaya por delante que, como ya he repetido en varias ocasiones en las últimas semanas, poco se puede objetar al capítulo de gastos del proyecto de presupuestos. Serán unos presupuestos expansivos, irreales, electoralistas o keynesianos, cada cual los calificará como estime oportuno, pero no cabe duda de que son unos presupuestos que apuestan por la recuperación y consolidación de una gran parte de los derechos sociales que se han ido recortando en los últimos años y que contribuirán a fortalecer los servicios públicos fundamentales. Hay otras partidas que son más discutibles, como también se echa en falta una apuesta más decidida en materia de política industrial y económica, pero en líneas generales es un proyecto de presupuestos que generará ilusión y expectativas a la ciudadanía.
Y el problema es precisamente esto último, que al final todo quede en ilusión y expectativas porque la previsión de ingresos no se sostiene, y sin ingresos no habrá gasto.
Vivimos una situación política incierta a nivel nacional. Y esta incerteza tiene consecuencias para las cuentas públicas de las administraciones públicas. Sin presupuestos generales del estado, sin un cambio en el modelo de financiación o sin una revisión del sistema tributario, es cuanto menos arriesgado hacer una previsión de ingresos tan optimista como la que ha hecho el Conseller Soler. Ojalá se despejara toda la incertidumbre y ojalá esta Comunitat tuviera los recursos suficientes para poder ejecutar el Presupuesto de la Generalitat. El Conseller es optimista, y eso es bueno, pero hay que ser realista, y la realidad nos dice que será imposible ejecutar el presupuesto, por mucha fe que uno tenga.
La verdad es que el Conseller Soler tampoco ha conseguido imbuirme de su fe. De hecho casi considero más creíble el milagro de San Vicente Ferrer realizado en Morella, que el milagro de Vicent Soler plasmado en el presupuesto. No obstante, les digo una cosa, si dentro de un año el Consell ha conseguido recibir los ingresos presupuestados y ha sido capaz por tanto de ejecutar las cuentas de 2019, miles de valencianos y valencianas deberíamos congregarnos ante el Palau de l´Almirall y proclamar al Conseller Soler, tots a una veu, Santo Súbito!
David de MiguelDiputado AgermanatCorts Valencianes