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El Puig; el santuario de las tres paredes

El Club Penya de Pilotaris Amics del Frontó del Puig es el gran baluarte de una de las modalidades de pilota más populares en la geografía valenciana

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Siempre nos quedará el Puig. Como Rick e Ilsa en la película Casablanca, a los aficionados al frontón (y, por extensión, a la pilota) siempre les quedará el Puig. Porque más que un club de pilota, el Club Penya de Pilotaris Amics del Frontó del Puig es un canto de esperanza contra la melancolia, un grupo rebelde contra el conformismo y la resignación de nuestros días armado con una pasión tanto sincera como desmesurada. Nada más y nada menos. El Club Penya de Pilotaris Amics del Frontó del Puig es, hoy por hoy, el orgullo del frontón valenciano, una de las modalidades de juego más populares en la geografía valenciana que, desgraciadamente, se arrastra con pena silenciosa por una larga y profunda crisis desde hace demasiado tiempo. Con todo, el Club Penya de Pilotaris Amics del Frontó del Puig es el espejo del futuro en el cual se refleja la personalidad, la creatividad y la potencia de un club, de una afición, de una escuela y de un municipio convencido en su apuesta por nuestro deporte. Como el frontis que, infalible, devuelve la pelota en cada jugada. Siempre nos quedará el Puig.

Y así, cómo la melodía del celebérrimo piano de Sam, el frontón municipal José Antonio Montesa del Puig, el santuario de las tres paredes, es capaz de recrear, con su particular sonido, un ambiente diferente, especial, único. Una instalación construida, prácticamente, con las manos de los socios del club y el cemento de sus 56 años de historia, con un proceso de remodelación que fue una prueba de fuego, una prueba de aprecio, una prueba del destino. Aun así, superada la angustia de la reforma, la pandemia, los conflictos institucionales y todas las adversidades propias del que se resiste a dejar de avanzar, el frontón del Puig, gris, azul, singular, extraordinario, es sólo el escenario físico de algo más transcendente. Es la representación del trabajo bien hecho, del sacrificio entregado, de incontables horas de trabajo gratis, pero con coste personal, de la imaginación y la valentía de más de 300 socios, de una directiva que piensa, trabaja, piensa y vuelve a trabajar. Que busca, dónde sea y cómo sea, el dinero, los recursos y las fuerzas hasta que las acaba encontrando. La bombonera del frontón del Puig sólo es la cancha que se merece su club. Marcador electrónico, once focos led, dos anillos de graderíos con 400 espectadores de capacidad, museo del frontón y galería de campeones, pantallas digitales para la publicidad, set de televisión, pared del rebote cristalizada, zona climatitzada y zona multimedia. Del blanco y negro de Casablanca al 5K del frontón José Antonio Montesa.

Presentació d'una partida en el Puig - D. Sarasol
Presentación de una partida en el Puig - D. Sarasol



¿Y para que ese frontón? Para impulsar y dignificar una actividad propia incesante: El Trofeo Durà, el Trofeo San Pere Memorial Vicent "Canyes", el Trofeo Mestres "Red Blanca", el Trofeo President, las partidas con figuras de la pelota vasca… Todo esto añadido a las competiciones federadas de cada temporada por parte del club y de su escuela. Campeones y supercampeones cada año. Una dinámica deportiva acompañada por una acción social que mantiene los vínculos entre los miembros de la entidad. Desde las matinales de paellas, la retransmisión de las partidas, la entrega de los premios Durà, la cena anual del club, los campus de la escuela o los viajes e intercambios con otros clubes de diferentes puntos del mapa. Por eso, y por más, el frontón del Puig.

Ahora bien, el Club Penya de Pilotaris Amics del Frontó del Puig, premiado este año por la Federació de Pilota Valenciana con el galardón Paco Cabanes "El Genovés", es también un club peculiar. Los de la mirada corta dirán que en el Puig van a lo suyo y sólo miran por ellos. Quien amplíe un poco la perspectiva concluirá que, en los últimos tiempos, nadie ha hecho más por el frontón valenciano. En una era en la cual la escala i corda y el raspall profesional han atraído toda la atención de los pilotaris más jóvenes, en una era en la cual los trinquets se han llevado los jugadores de élite, en una etapa en la cual el número de jugadores de frontón ha sufrido un descenso inédito, en la cual las escuelas y los clubes han optado por priorizar otras modalidades, en la cual no ha habido ningún impulso revitalitzador del frontón, en la cual no se ha apostado por instalaciones dignas de un espectáculo de valor, en un tiempo sin iniciativa firme por el frontón femenino, sin proyecto claro para revivir la tercera pared, sin continuidad entre los artesanos de pelotas de tec... En ese contexto suicida, la cancha del Puig se llene hasta la bandera para disfrutar del frontón. Cómo una vacuna contra una dolencia imparable. Refugio de los pocos jugadores especialistas que quedan, padrino de los escaleters criados entre la falta y el pasa, templo para el seguidores de la modalidad, destino prioritario para los vascos, el Club Penya de Pilotaris Amics del Frontó del Puig es como el aldea gala de Astérix y Obélix ante el imperio romano de Julio César. Lo que pasa es que su única poción mágica es continuar trabajando cada día.

Membres de l'escola i el club el passat mes d'abril - Volea
Miembros de la escuela y el club el pasado mes de abril - Volea



Y si alguien no se lo cree, si alguien duda, solo tiene que comprobarlo. Acudir un viernes al frontón, buscar asiento y contemplar el espectáculo. Si es en una de las partidas estelares con jugadores vascos o franceses, o una de los trofeos que celebra el club, mejor. Porque el ambiente, la organización, la atención, el cuidado por los detalles, el trato a los jugadores, el estado de la cancha… Todo hablará por si mismo. Si alguien lo hace, si alguien acude al frontón una de estas tardes, es muy probable que cuando acabe la partida piense que siempre nos quedará el Puig y que, por lo tanto, este podría ser el principio de una bonita amistad.

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