Volea

Marrahí, la energía renovable del raspall

El resto de Castelló ha sabido reinventarse dentro y fuera y de la cancha y a sus 33 años es un referente para las nuevas generaciones de pilotaris

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Julio Marrahí - Funpival

Un día, entre cajones de naranjas de la cooperativa de Castelló, Julio cambió el chip. Julio Marrahí Ruano era, en aquellos momentos, un joven jugador de pilota, una figura emergente del raspall, el futuro de la modalidad en un pueblo con la tradición de la vaqueta arraigada en sus calles. Con los estudios sin acabar, como otros muchos de su edad, Julio combinaba el trinquet y la naranja. Horas y horas de exigente trabajo seguido de intensas partidas. Verdaderas palizas que su privilegiado físico asumía con una naturalidad que parecía eterna. En parte, gracias a su energía y su carisma. Julio, siempre con una sonrisa a la boca antes y después del juego, se transformaba en el trinquet. Su alegría se convertía en ojos inyectados en sangre cuando la pilota se ponía en disputa. Su carácter volcánico era uno de los puntos fuertes de aquel pilotari con madera de campeón. De hecho, en 2014, con 24 años, Julio se proclamó campeón de la Liga y del Individual en una exhibición de poderes. El nuevo rey del raspall.

Pero, aquel día, entre la productiva cosecha de los agricultores de Castelló, Julio decidió reinventarse. Renovarse o morir. Una grave lesión en el hombro, poco después de ganar los máximos campeonatos de la pelota profesional en 2014, le obligaron a apartarse del deporte de competición por una larga temporada. Lejos de hundirse en la tristeza, Julio se rehizo. Mientras trabajaba y rehabilitaba, decidió estudiar y recuperar el tiempo perdido. Y con el mismo ímpetu que sus golpes a la pilota de vaqueta, volvió a abrir los libros e hizo carrera. Y no es ninguna frase hecha. A base de esfuerzo y perseverancia, con la ayuda de un entorno que ha sabido aconsejarlo y ayudarlo, aquella figura del trinquet que impresionó a todos con su explosión en 2014 cambió los cajones de naranjas por las clases de la Facultad de Derecho de la Universitat de València para cursar los estudios universitarios de Criminología.

 

Marrahí, campeón Individual en 2014


Recuperado de la lesión y con la carrera en marcha, Marrahí supo compaginar la vida del deportista de élite y el estudiante universitario. Los entrenamientos y los trabajos. Los campeonatos y los exámenes. En un raspall profesional en revolución constante, con Moltó como principal referente después del adiós de Waldo y un puñado de jóvenes haciéndose lugar en los grandes carteles, Julio volvió sin hacer ruido al trinquet. Enseguida se ganó, de nuevo, el respeto de compañeros y aficionados. Finalista del mano a mano en 2018 y 2019, finalista de la Copa en 2017 2020, 2022 y protagonista de grandes partidas y momentos. Su transformación fuera de la cancha con el paso por la Universidad también había servido para domar la fiera deportiva de los primeros años. Más sereno, Marrahí se mostró un jugador más completo, más experimentado y más regular. Esto sí, sin perder ni un pelo de su calor competitivo sobre las losas. Su energía había dejado de ser de combustión para ser renovable, sostenible, más duradera.

Ahora bien, no todo ha sido coser y cantar. En este largo camino también ha habido meses complicados en esta reconversión personal y deportiva. Marrahí ha sido el único jugador que ha renunciado a competir en un gran torneo como la Liga al ver que no estaba en óptimas condiciones para jugar. En un gesto lleno de honradez y generosidad, el de Castelló renunció a jugar la gran competición de la temporada en 2022 al comprobar que no estaba recuperado de unos problemas físicos que arrastraba desde hacía tiempo. Marrahí no estaba al cien por cien, levantó la mano, y otro compañero entró por él. Eso sí, se cobró la revancha en la Copa, en la cual hizo equipo con Canari y acarició el triunfo en una final de infarto.

Sin duda, su energía renovable e inagotable, su capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias y su pasión por la pilota han hecho de Marrahí uno de los jugadores más queridos por el público y un referente para el resto de jugadores. Actualmente, con pujantes restos cómo Iván, Vicent, Montaner, Salelles II o Badenes, entre otros, Marrahí es un faro, una luz que señala el camino para las nuevas generaciones de pilotaris. Su temperamento implacable sobre las losas es una constante risa y alegría en el vestuario.

Con todo, y desde hace tiempo, Marrahí se mantiene en la élite de la pilota profesional mientras ejerce su profesión de agente de la ley. Para muchos sería un sacrificio insoportable. Para él es todo un premio a su reinvención. Es el resultado de aquel día, entre los cajones de naranjas de la cooperativa de Castelló, en el que Julio decidió cambiar el chip.