"No se adaptará al trinquet". "Sufrirá al rebote". "La juega con demasiada fuerza". "Se lesionará mucho". Cuando dejó de jugar a galotxa con su club para centrarse en la escala i corda profesional, Marc Gimeno Sánchez (Montserrat, 29 años) chocó de frente con los primeros grandes rivales de los aspirantes a figura: los prejuicios del trinquet. No es nada personal, les pasa a todos. Se trata, sencillamente, de uno de los efectivos filtros que aplica la cátedra para exterminar las dudas, puesto que sólo el jugador capaz de armarse de constancia y talento para contradecir esta subestimación letal obtendrá el privilegio de ser considerado candidato válido a estar entre los mejores. De poco vale haber demostrado nada en categorías de formación y tecnificación. De esta manera, además de contra la dureza de los entrenamientos, al sacrificio de las partidas del día a día, a la desesperación de quedar fuera de las grandes competiciones, los jóvenes pelotaris tienen que luchar, demasiado a menudo, contra el asertivo juicio de valor de los ojos expertos, viciados (en muchos casos) por la nostalgia de épocas mitificadas. Ante ese examen extradeportivo sólo pelotaris con el carácter de Marc llegan a tumbar todas las etiquetas, los tópicos y los recelos que provocan los recién llegados. Esa es, más allá de cualquier título, su gran victoria.
En el caso de Marc, el triunfo lo ha traído la madurez. Aproximándose a la treintena, el pelotari de Montserrat es hoy muy diferente del que debutó de blanco. Su saber estar en la cancha, su ascendencia sobre los compañeros, el hacer equipo, y, sobre todo, su manera de jugar han evolucionado con el paso del tiempo, de las partidas. Su pegada violenta y su entrega física desmesurada de los inicios se han controlado. Gimeno se ha consolidado ahora como un jugador más calculador, más solvente, más hecho. Da igual el trinquet, la competición o el rival. El joven impetuós e irregular es ahora un veterano estable y fiable. De la grave preocupación que lo acorraló durante ocho meses en 2016 por una lesión en el hombro a la sonrisa calmada de las finales en 2023. Un proceso de metamorfosis en el cual no ha perdido ni un gramo de su principal virtud: el pundhonor. Sobre las losas, por perdida que esté, Marc nunca dejará de perseguir una pelota. Eso no ha cambiado. Y no lo hará. Se puede cambiar la forma de jugar, pero no la forma de ser.
Esta madurez, sin embargo, no es una condición dada sólo por la edad. Influyen otros muchos factores de carácter muy diverso. Al equilibrio profesional que ofrece participar en las mejores competiciones y al apoyo incondicional del entorno familiar, también se añade la mejora de rendimiento que permite la preparación física especializada con un grupo de trabajo como Pilota 3.0 y un grupo de compañeros que hacen piña. Los resultados son la derivada de una planificación ejecutada con conocimiento. No es cuestión de suerte. Con todo, el empoderamiento de Marc en el trinquet en los últimos años ha sido evidente. Flamante campeón de Copa, el ribereño ha mantenido una regularidad más que notable en todos los grandes torneos, sin dejar de lado el día a día. En el mano a mano, una disputadísima semifinal ante Puchol II en Vila-real visibilizó que, polémicas aparte, una nueva rivalidad en el Individual ha nacido. Y es que Puchol II, el gran campeón de la última era, ha sido el rival de Marc en las grandes finales que Gimeno ha disputado. Muy probablemente, la de la Copa en Dénia hace unas semanas no será la última. Marc se siente con fuerzas y recursos para ganar ese duelo. Otra cosa es lo que ocurra con la pelota en juego.
Por otro lado, la madurez de Marc viene nutrida por la fidelidad de los suyos. Los aficionados de Montserrat que disfrutan de una época dorada en su club vibran, al mismo tiempo, con las victorias de su gran figura en el trinquet. Tanto es así que el camino iniciado por Marc ha servido de guía para los que viene por detrás en la escuela del pueblo de la Vall dels Alcalans. El mejor ejemplo de esto es el de Alejandro, campeón de la Copa 2 la pasada semana. De hecho, en los días previos al éxito de Alejandro y del club montserrater en la final de la Interpobles Edicom de galotxa, todos los jugadores, incluido Marc, se conjuraron en una comida de hermandad. Los vínculos con el club que le ha visto crecer, con sus amigos, con su falla, con la calle… Esos lazos invisibles con su pueblo lo mantienen con los pies en la tierra, arraigado a su identidad.
Después de todo, puede ser que el triunfo de Marc no esté en haber ganado la Copa o en disputar frente a frente el mano a mano con Puchol II. Quizás, el verdadero triunfo de Marc está al haberlo hecho sin dejar de ser él. Puede que el triunfo de Marc esté en su madurez.