De acuerdo con los datos que arroja la Unión Europea, “las ciudades, pese a cubrir solo cerca del 3% de la superficie terrestre, producen más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero”. Y si a esto se suma que “en 2050, se estima que casi el 85% de la ciudadanía europea vivirá en zonas urbanas”, se convierte en una necesidad abordar la actual emergencia climática en las ciudades. Por eso, la Unión Europea volcará, en los próximos ocho años, todos sus esfuerzos para que 100 ciudades sean climáticamente neutras en 2030.
La misión ‘Ciudades inteligentes y climáticamente neutras’ apoyará, promoverá y mostrará la transformación de estas cien ciudades, con la finalidad de convertirlas en centros de experimentación e innovación para todas las demás. Para ello, las ciudades deberán firmar un contrato adaptado a su propia realidad y elaborado mediante un proceso de creación conjunta en el que puedan manifestarse todas las opiniones, en todos los niveles, que deberán poner en marcha para cumplir con el objetivo final.
València quiere formar parte de una de las cien ciudades pioneras. La capital de Turia lleva años implantando un modelo de ciudad basado en la movilidad sostenible, en la promoción de la huerta y la alimentación de proximidad o en la puesta en marcha de actuaciones urbanísticas en pro de la peatonalización y la generación de nuevos pulmones verdes para la ciudad. De esta manera, formar parte de este proyecto europeo supondría acelerar todo este proceso de transformación.
Como ya ha anunciado el alcalde de València, Joan Ribó, la ciudad presentará su candidatura este viernes. Una propuesta que ha involucrado a todos los sectores – público, privado, universitario y sociedad civil – para acometer “el proyecto de una generación, un proyecto de ciudad para conseguir una València donde las personas vivan mejor”. “València está preparada para liderar la descarbonización de la próxima década”.
Así, la propuesta valenciana se basa en unir las políticas públicas orientadas por la Agenda 2030 y la innovación, actuando desde los principales sectores que impactan en las emisiones de CO₂: la movilidad, el transporte, la energía, la actividad económica e industrial, la renaturalización y biodiversidad de la ciudad, las viviendas o el diseño urbano.
“El cambio climático requerirá que demos lo mejor de nosotros mismos, que ofrezcamos lo mejor que sabemos hacer. Es un camino que tenemos que recorrer conjuntamente. Y lo tenemos que hacer recuperando la esencia mediterránea de nuestra ciudad: una ciudad de proximidad, de barrios, arraigada a su entorno y a su huerta, y que recupera su litoral para el esparcimiento y la resiliencia”, ha señalado Ribó durante la presentación.
Bien es cierto que la ciudad ya ha comenzado a caminar en esa dirección con acciones que apuestan por la descarbonización del transporte – de ahí la importancia del corredor mediterráneo –; que promueven la alimentación de kilómetro cero; o que contribuyen a que, cada vez más, el transporte privado sea eléctrico. Pero como apuntaba el alcalde, en una entrevista a este diario, “otra pata fundamental es que las casas no sean consumidoras de productos de combustión. ¿Cómo se consigue? Poniendo placas fotovoltaicas”.
En este sentido, Ribó aseguraba que “actualmente, estamos ayudando bajando el IBI con ayudas que provienen de Europa y de la IDAE de Madrid. Además, estamos hablando con las asociaciones vecinales para que se creen comunidades energéticas con el objetivo de que puedan utilizar los paneles fotovoltaicos para su propio consumo”.
Implicación de la sociedad
La implicación de la ciudadanía para acelerar la neutralidad climática de València es esencial. Por eso, desde la Federación de Asociaciones Vecinales también han querido trasladar algunas propuestas para lograr reducir las emisiones de CO2. Entre ellas se encuentra la instalación de paneles solares en las terrazas y tejados de las fincas en base a una financiación del 100% de la instalación por parte del Ayuntamiento; el avance hacia un modelo de turismo más sostenible, que implicaría “acabar con la proliferación de pisos turísticos y con la inversión en casas e inmuebles con fines especulativos”; así como la protección de la huerta y el sistema de riego que la acompaña, “compatibilizando este principio con las actuaciones urbanísticas presentes y futuras”.
Por último, apuestan por la renuncia de grandes proyectos, como la ampliación del Puerto de València al incidir “en un modelo de comercio que resulta insostenible”. En este punto, señalan que “hay que cambiar los modelos de producción, transporte y consumo. En transporte, no solo hay que hablar del transporte de personas, sino también del transporte de mercancías. Y proyectos de este tipo, además de los problemas medioambientales que pueda causar, afianzan un modelo insostenible”.