Valencia

Una exposición en las Atarazanas reflexiona sobre el patrimonio industrial de València

La muestra, bajo el título "Arquitecturas deshabitadas", estará abierta al público desde el 23 de marzo hasta el 11 de junio

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Museo de las Atarazanas en València

Entre el 23 de marzo y el 11 de junio, la ciudadanía puede acercarse a las Atarazanas para contemplar “Arquitecturas deshabitadas”, una muestra alrededor de las infraestructuras del patrimonio industrial de la ciudad abandonadas como consecuencia de la crisis o del cambio de paradigma económico. La elección del espacio expositivo del Grau obedece al hecho de que este constituye un ejemplo de edificación que, en su origen, estuvo destinado a la construcción y reparación de embarcaciones.

El proyecto, comisariado por MAKMA, revista de artes visuales y cultura contemporánea, cuenta con los artistas Antonio Alcaraz, Jose Antonio Picazo, Rafa de Corral, Sebastián Nicolau y Xavier Monsalvatje. El objetivo de la iniciativa es poner el foco en los vestigios arquitectónicos singulares de nuestro pasado industrial —talleres, fábricas, etc.—, que en su momento conformaron el tejido productivo de València y que más tarde se desalojaron. De esta manera, la exposición se presenta como una combinación de archivo documental, historia, reivindicación de la memoria y representación artística “de esta riqueza patrimonial tan característica de la que dispone la ciudad”, en palabras de la concejala de Patrimonio y Recursos Culturales, Glòria Tello.

La edila ha señalado que “es bien importante que este pasado industrial no quede en el olvido y que estos edificios y construcciones, concentrados mayoritariamente en el margen izquierdo del río Túria, pero también en otros barrios, luzcan de la mejor manera posible”. En ese sentido, a modo de ejemplo, ha recordado el proceso de rehabilitación de chimeneas y de las naves del Parque Central, en el marco del plan municipal de recuperación del patrimonio. Asimismo, Tello ha subrayado “la importancia de explicar al vecindario, sobre todo a las generaciones más jóvenes, como era aquella València del pasado” y “mejorar nuestro conocimiento”.

Los artistas

“Afortunadamente, legisladores y gobernantes de diferentes países ya han tomado conciencia del interés cultural y el significado social de este tipo de patrimonio”, ha manifestado Antonio Alcaraz, para quien, no obstante, “hay muchos intereses económicos en juego y, en ocasiones, la situación de esas fábricas en la ciudad y las grandes extensiones de terreno que ocupan pesan más que el valor patrimonial de las mismas, dificultando su conservación. Por ello es altamente valioso el registro fotográfico de esos elementos que están en peligro de desaparición”.

Por otro lado, Xavier Monsalvatje ha indicado que “viejos edificios, ocupadores del espacio y estampa del progreso que se antojaba indeleble e imperecedero, son la huella de un impulso y de una época”, como “memoria reflectada en construcciones que fueron el espejismo de una nueva religión, surgida bajo el nombre del progreso, que durante el siglo XX se ve reconvertida o suplantada con una nueva creencia, pero esta vez con diferente máscara, más tecnocrática”.

Según Jose Antonio Picazo, se trata de “espacios que existen, pero que ya no se miran o no se quieren ver”. Por eso, a través de este proyecto se pretende registrar “un símbolo de la decadencia actual y de un necesario cambio de paradigma” y “las obras realizadas para estos espacios quieren encontrase al mismo nivel de abandono y decadencia y con ello generar una metáfora sobre la necesidad de superar este modelo industrial en el que vivimos y que damos por intangible”.

Por su parte, Sebastián Nicolau se ha referido al “pálpito de la mortecina luz del crepúsculo que parece dar paso a la iluminación fría de los blancos tubos de neón que toman el relevo al día y, de alguna manera, anuncian, o más bien desean, alguna aparición, aunque fuera espectral, que no llega a producirse”.

Finalmente, Rafa de Corral ha aludido a “los hábitats imposibles de habitar por lo deshumanizado de su naturaleza, sin dejar de recordarnos ciertas viviendas utópicas, muy lejos de la asepsia cartesiana y muy cerca de esos ámbitos de extrañamiento surrealista que carecen de toda capacidad real para albergar vida si no es con el vuelo de la imaginación”.

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