“Una pequeña joya en el corazón de València a la que hemos sabido sacarle el máximo partido”. Así describe la propia Hortensia Herrero el centro cultural homónimo que abre sus puertas mañana 11 de noviembre en la capital valenciana. En ese sentido, en el Centro Cultural Hortensia Herrero (CAHH) se exhiben por primera vez un centenar de obras de arte creadas por más de 50 artistas de 16 nacionalidades diferentes. En total, este nuevo epicentro cultural, en el Palacio de Valeriola de València, tiene 3500 metros cuadrados expositivos distribuidos en 17 salas que se reparten en las cuatro alturas del edificio.
En este recinto cultural, la mecenas Hortensia Herrero expone su colección privada de arte que ha ido conformando a lo largo de los años y que ahora ve la luz y recibe al público en un imponente edificio ubicado en el número 29 de la calle del Mar de la ciudad de València. Entre las obras expuestas no solo se incluyen pinturas y cuadros al uso, sino que también hay piezas de arte cinético (aquel cuyo movimiento es perceptible cuando el espectador se desplaza mientras observa la obra). De hecho, en algunas de ellas el arte trasciende del lienzo y se materializa en tapices o piezas escultóricas.
Un centenar de obras de arte que son creación de grandes nombres del mundo del arte autonómico, nacional y también internacional y que, según ha confirmado Javier Molins, el director artístico del CAHH, “podrían estar expuestos en grandes salas de Nueva York, Londres o París”. Por su parte, Amparo Roig —hija de Hortensia Herrero y Juan Roig— y arquitecta encargada de la rehabilitación del edificio donde se localiza este centro, ha manifestado que este centro es fruto de las dos pasiones de su fundadora: “la pasión por el arte y por la ciudad de València”.
Un espacio singular que ha sido testigo de la evolución histórica de la ciudad
Además de albergar piezas artísticas de reconocidos creadores de los cuatro continentes, el Centro de Arte Hortensia Herrero destaca por estar asentado en un espacio singular como el antiguo Palacio de Valeriola. Esta edificación de estilo barroco data del siglo XVII y la parcela donde se ubica ha sido testigo de las diferentes etapas históricas que ha vivido València: desde la época romana con el gran circo romano del siglo II d. C. hallado durante las excavaciones arqueológicas; hasta la visigoda; la islámica, ya que fue parte de la Balansiya musulmana entre los siglos XI y XIII; y, finalmente, la cristiana.
A pesar de la historia que guarda esta construcción en pleno centro de València, esta edificación se encontraba en ruinas hasta que fue adquirida por Hortensia Herrero en enero de 2016. Fue entonces cuando se inició un arduo proceso de rehabilitación y restauración de más de cinco años en los que se ha tratado de recuperar el valor histórico del Palacio de Valeriola plasmando al mismo tiempo las necesidades tecnológicas y el carácter actual que respira un centro de arte contemporáneo.
Así, fue el estudio ERRE Arquitectura la empresa encargada de acometer la ejecución de las obras que han permitido hacer que el Centro de Arte Hortensia Herrero sea una realidad. Un proyecto que ha tenido un presupuesto de 40 millones de euros y que ha estado encabezado por Amparo Roig, Carlos Campos y Carlos Barberá.
Seis obras de arte integradas en el Palacio de Valeriola
Andreas Gursky, Anselm Kiefer, Mat Collishaw, Cristina Iglesias, Manolo Valdés, Michal Rovner, Ann Veronica Janssens, Eduardo Chillida, Tony Cragg, David Hockey, Miquel Barceló, Blanca Muñoz, Julio González, Antonio Girbés, Juan Genovés o Joan Miró son algunos de los grandes nombres del ámbito artístico cuyas obras se exponen en el museo. Además de sus creaciones, hay seis obras basadas en el concepto ‘site-specifics’ cuya base principal es la idea de fundirse con el entorno, ya que han formado parte del proceso de reforma del palacio.
Un ejemplo de estos espacios es el de Jaume Plensa, que visitó el CAHH en pleno proceso de restauración del edificio, y ha intervenido el ábside que comunica el palacio con el jardín. El ombligo ('melic', en catalán, como lo bautizó el propio Plensa) del edificio, tiene ahora las paredes inundadas de letras y símbolos de diferentes alfabetos de todo el mundo. Tomás Saraceno ha realizado una instalación compuesta por seis nubes formadas por tetraedros y dodecaedros irregulares cubiertos por paneles iridiscentes que llenan totalmente el vestíbulo de dieciséis metros de altura.
Por su parte, Sean Scully ha intervenido en la antigua capilla del Palacio llenando de color el espacio mediante vidrieras y una cúpula. Cristina Iglesias ha intervenido la conexión entre el palacio y el edificio anexo, en una obra en la que el visitante podrá sentirse dentro de la misma. Olafur Eliasson ha dado vida en otro de los pasillos del edificio a un túnel con dos puntos de vista muy diferenciados: el de entrada, en el que podemos ver mil treinta y cinco cristales de todos los colores del arco iris; y el de salida, en el que vemos un túnel negro. Y, por último, Mat Collishaw, cuya obra se caracteriza por el tratamiento de temas clásicos de la historia del arte con la tecnología moderna.