Opinión

Tranquilidad, el derecho nos protege

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Empezamos 2018 y el mayor problema al que se enfrenta España no ha cambiado. La incertidumbre de lo que va a pasar en Cataluña genera en la ciudadanía desasosiego. No es para menos.

Esta desazón, ese estado anímico colectivo, se traduce también en efectos tangibles, que igualmente nos perjudican a todos. El impacto económico ya se está produciendo, no solo por la fuga de empresas de nuestra Comunidad vecina sino porque, según el Banco de España, el “procés” está lastrando el turismo, el comercio y el precio de la vivienda en Cataluña. Además, el supervisor avisa de que el perjuicio será mayor si la situación no se reconduce.

En los últimos meses, he tratado de entender alguna de las razones que esgrimen los nacionalistas en un intento de discernir qué está pasando; pero, les prometo, no lo comprendo. En un mundo globalizado donde la tendencia ha de ser derribar fronteras y construir puentes, en una sociedad que ha de luchar por la solidaridad entre los pueblos y la hermandad de la personas, no cabe que una región, integrada en un país, quiera romper e irse.

La secesión tiene menos sentido si vemos el resultado de las elecciones. Qué sería de los casi dos millones de catalanes que quieren seguir en España. Qué harían con ellos los independentistas: ¿Intentarían adoctrinarlos, respetarían a aquellos que dijeran sentirse españoles y catalanes al mismo tiempo? ¿Les permitirían vulnerar las leyes de su hipotética República como ellos han pretendido hacer con las normas que todos compartimos? Y qué pasaría con los niños en las escuelas, ¡No quiero pensarlo!

Hemos entrado en una espiral de la que va a costar salir. Cuando se llega a insultar a menores por ser hijos de guardias civiles, cuando a una candidata como Inés Arrimadas se le acosa a la puerta del colegio electoral o a través de las redes de la manera tan soez que ha tenido que padecer, estamos ante un problema de convivencia de primer orden.

Es lógico que los ciudadanos estén desconcertados. No obstante, hemos de lanzar un mensaje tranquilizador porque el hecho de que por primera vez un partido constitucionalista como Ciudadanos haya ganado en Cataluña es una muestra inequívoca de que el sentido común siempre acaba imponiéndose.

Los catalanes, y con ellos el resto de españoles, no van a permitir que la economía se resienta. No van a consentir que los que han robado a manos llenas sigan gobernando una Comunidad próspera que aspira, junto con el resto de España, a salir de la crisis con mayúsculas, dinamizando la economía con reformas profundas para ser más competitivos y devolverle a la clase media lo que le corresponde.Y no nos olvidemos, tenemos un paraguas que nos protege y que no falla: el Estado de derecho. Los que quieren saltarse la ley a la torera, los que quieren dinamitar lo que tanto ha costado conseguir en este país no lo tienen difícil, lo tienen imposible. Porque, no padezcan, lo hemos visto ya, tenemos una Constitución, que necesita una reforma; pero que hasta la fecha vela por que la legalidad y la paz sigan reinando en España. Solo esta tranquilidad genera riqueza y empleo. Solo la estabilidad contribuye al bienestar económico y social que los ciudadanos merecemos.

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