Tots músics, tots diferents

El Conservatori Professional de Torrent és pioner a donar l’oportunitat a persones amb diversitat funcional d’estudiar música reglada: “Hem arribat ja a la plena inclusió en el centre”

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Una gran puerta acristalada da la bienvenida y, frente a ella, se acumulan alumnos y alumnas. Algunos llevan a cuestas una guitarra, una gran maleta con un violonchelo o la funda de la flauta travesera, pero la mayoría coinciden en llevar la mochila de clase; casi todos vienen directos de la escuela. Una vez dentro se escucha el murmullo de cientos de personas y, a lo lejos, las primeras notas.

Hay niños y niñas, adolescentes, docentes… Todos son diferentes, pero todos son músicos. Y desde 2004, la diversidad del centro se acentuó. Habría que fijarse para darse cuenta, pero parte del éxito del programa es, precisamente, no fijarse. Desde hace 15 años el Conservatori Professional de Música de Torrent es pionero estatal con el programa ‘Tots músics, tots diferents’, que brinda la oportunidad de obtener una formación musical reglada, en un entorno inclusivo, a personas con diversidad funcional.

En el segundo piso está la clase de Blas Pí. Supervisa a un alumno con un violín y a otra alumna con el piano; dentro de una pocas semanas les toca actuar en Torrent. Pí es, desde hace tres años, el coordinador del proyecto en el centro. Es profesor de música y, entre sus cometidos, está dar clase individualizada a diversos alumnos, algunos de los cuales forman parte del proyecto. Se encarga de organizar las clases en las que se integran los alumnos, horarios y sus clases de apoyo.

'El proyecto está institucionalizado'

Para la directora del Conservatori el proyecto, que cumple 15 años, está “institucionalizado”. Forma parte, asegura Fani Blanch, de la “normalidad” del día a día en el centro público. “El Tots Músics Tots Diferents es un proyecto de inclusión educativa que permite escolarizar en enseñanzas regladas a alumnos con necesidades especiales”, resume la directora la iniciativa. En el momento de su creación fue novedoso y todavía lo es. Fue el primer centro en dar cabida oficial a personas con diversidad funcional y, ahora, es un modelo a imitar desde otros centros oficiales.

El Conservatori de Torrent, situado al lado del Auditori, es un gran centro de enseñanza en el que hay escolarizados más de 600 alumnos. La mayoría son, según detalla Blanch, “de la comarca”. Hubo un alumno del programa, incluso, que venía desde Alacant semanalmente porque “allí no encontraba un centro” que le otorgara el “apoyo” necesario para “poder llevar adelante sus estudios”.

Un filtro para todos

Son muchos los alumnos que se forman en música, sea mediante centros públicos, concertados o privados. Y también, gracias al avance de la sociedad en asuntos sociales, se amplían las oportunidades para todas las personas, con diversidad funcional o no. Un ejemplo de ello es el requisito, como explica Blanch, de la “reserva del 2% de las plazas para estos alumnos”. La Responsable de Comunicación de Bankia, Silvia Bajo, aseguró que «la música favorece el proceso educativo y vertebra la sociedad». Por ello, igualmente iniciativas privadas como las becas de ‘escolta valència’ de esta entidad pueden ayudar a transformar la sociedad. Igual que las oficiales ofrecen oportunidades en los conservatorios, estas hacen lo propio en las escuelas de las sociedades musicales; también reconocen la realidad de la diversidad funcional como ponderación en las solicitudes.

Las pruebas de acceso son adaptadas a las características del alumno

De la clase de Pí a la que los alumnos con diversidad funcional reciben refuerzo hay unos pocos minutos a través de pasillos. En ellos, a través de las pequeñas ventanas de las puertas, se ve a alumnos practicar con toda diversidad de instrumentos. Una está abierta; en ella un profesor se dirige a unos 12 alumnos. “Lenguaje musical se estudia de forma grupal. Cuando tenemos un grupo con un alumno del proyecto, si el máximo son 12, quizás bajamos a 9”, explica el coordinador.

El aula de apoyo es un poco diferente a las demás. Una gran pizarra blanca con el nombre del proyecto preside la sala. En el centro una alumna recibe clases de refuerzo por parte de Mabel Di Quarto. Ella es profesora de lenguaje musical y, además, psicóloga y pedagoga. Se encarga de “reforzar” las enseñanzas “a cada alumno con una atención especializada, adaptada a su perfil”. “Adaptarme a ellos y sacar el máximo provecho de la clase”, resume. Su perfil es muy específico; debe tener formación musical y también psicológica, algo importante según la directora del Conservatori porque debe “reconocer y entender” la situación de cada alumno.

Di Quatro explica que el centro, al final, imparte “enseñanzas regladas”, y es algo que a veces hay que “dar a entender” a las familias. “No es musicoterapia”, señala, sino clases oficiales con las adaptaciones necesarias para que las personas con diversidad funcional tengan la oportunidad, como cualquier otra, de aprender.

'Vaya por delante que no es fácil. Requiere un estudio y dedicación'

Igual que todos, aquellas personas que quieran optar a plaza mediante el proyecto deben superar unas pruebas de acceso. “Todos los alumnos pasan por el mismo filtro”, señala Pí. Blanch explica que, para acceder mediante el programa, hay primero una entrevista con los padres. Se trata de asegurarse del interés y ver si tendrán el apoyo necesario: “Vaya por delante que no es fácil. Requiere un estudio, una dedicación y unas horas presenciales en el centro que poco a poco se complican”. Tras la entrevista, se realiza la prueba “que no son de contenidos, sino de aptitudes”. Estas pruebas son adaptadas a las características del alumno o alumna. Por ejemplo, lectura de partituras en braille o reducción de comparses. “El alumno debe saber leer e interpretar, pero claro, se adapta a sus circunstancias”, añade Blanch.

Pequeñas adaptaciones

Pese a la especificidad del proyecto, en el ámbito de la música, la directora cree que de lo que trata el proyecto es de “inclusión completa”: “Ellos están escolarizados en todas las clases colectivas con los demás compañeros, tocan en los grupos de conjunto, van a las clases juntos, cantan en el coro… La inclusión es completa en el conservatorio”.

Tras repasar el trabajo con algunas partituras, Di Quatro se traslada al piano con la alumna a la que asiste. La profesora toca el piano, y la estudiante practica solfeo. En la clase hay colores, murales, armarios con libros y herramientas para apoyar a los alumnos del programa. Encima de una estantería, por ejemplo, hay unas partituras de gran tamaño; una ‘pequeña’ adaptación que facilita el estudio a aquellos con alguna discapacidad visual.

La rutina de cualquier alumno del Conservatori tiene dos vertientes principales: la práctica con el instrumento, que se realiza de forma individualizada o en grupos reducidos, y el estudio de lenguaje musical, que se realiza en grupo. Los integrantes de ‘Tots músics tots diferents’ tienen aquí una diferencia: la clase de apoyo semanal con Di Quatro. Una pequeña diferenciación que permite, sin más personal específico -aunque tanto ella como Pi señalan que lo agradecerían-, ofrecer dicha inclusión. “Nos falta algo de tiempo y material. Una persona más sería ideal”, señala el coordinador.

'Para enseñar a tocar un violín hace falta un profesor de violín'

En el año 2007 la normativa detalló que cualquier conservatorio puede escolarizar a alumnado con necesidades especiales y este curso, gracias a la tendencia marcada por el Conservatori de Música Professional de Torrent, se ha fijado ese 2% de reserva por ley. Una reserva que con el tiempo Blanch cree que se ampliará, pero que ahora responde a la demanda.

Igual que es ejemplo promotor para la normativa, también lo es para otros centros. La directora explica que han recibido consultas sobre cómo llevar a cabo proyectos semejantes, y que estos se plantean la dificultad ‘errónea’ de tener que encontrar nuevo personal: “Para enseñar a tocar un violín no hace falta un psicólogo, hace falta un profesor de violín que haya trabajado y se forme para conocer las circunstancias y características del alumno”. Así, dentro del programa también se contempla la propia formación del profesorado para estar preparado y responder a las necesidades educativas de los alumnos. La única ayuda “externa”, añade, es Di Quatro, que forma parte del centro pero mediante la Conselleria de Educación.

Tanto las becas de ‘escolta valència’ para las sociedades musicales como las becas oficiales reconocen la diversidad funcional como elemento a tener en cuenta para otorgarlas. La discriminación por razones funcionales, igual que por razones étnicas o de género, son una realidad que se puede transformar mediante la educación, sea esta regular, musical o deportiva. Por ello, que la diversidad funcional puntúe en las becas de la entidad bancaria 7,5 puntos —cuando la mayoría de elementos no pasa los 5—, es una inversión en igualdad.

Objetivo cumplido

Entre recursos propios y Conselleria, decidieron poner un máximo de 14 alumnos. Un cupo que, de momento, se mantiene estable. Según explican Pí y Di Quatro, “acaban entre 2 y 3 alumnos cada año y se presentan entre 5 y 6”.

Pero siempre, refuerza la profesora de apoyo, con una buena comunicación con los padres: “Hay que informarles bien qué es esto, no es terapia y llega un momento en que se acaba. Pero podrán seguir disfrutando de la música y aprovechar las enseñanzas que han recibido”.

Al final de un pasillo, frente a un ventanal, una alumna espera el inicio de clase mientras practica danza. Muchos de los alumnos del centro estudian otros artes además de la música. Hay todo tipo de perfiles y procedencias, y parte del éxito del programa es hacer de la diversidad la normalidad. “Tenemos el programa institucionalizado. Nadie se extraña de entrar y ver alumnos con diversidades funcionales. Hemos llegado ya a la plena inclusión en el centro. El objetivo está cumplido”, asevera Blanch. Asegura que es un modelo de trabajo que ya conocen, que funciona y con el que seguirán “con la más absoluta normalidad”: “las familias de estos alumnos quieren que esto no sea nada especial, sino que el trato sea el mismo que con los demás. Que tengan cabida, que no estén excluidos por tener diversidad funcional”.

'Hemos llegado a la plena inclusión en el centro. El objetivo está cumplido'

Las enseñanzas en el centro se dividen en elementales y avanzadas. Las primeras tienen una duración de 4 años, más uno extra que se puede repetir y, así, “aprovechar las enseñanzas” si fuera necesario, señala Di Quatro. Tras estas hay dos años de profesionalización. De nuevo hay unas pruebas de acceso que no todos los alumnos, del programa o no, son capaces de superar. Si no pueden continuar, señala Pí, aparece la figura del orientador: “en función del perfil del alumno, se le habla de alguna escuela, banda, grupos… Donde puedan seguir, sin cortarles las alas y disfrutando de la música”.

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