El último descubrimiento en las Islas Columbretes que te sorprenderá

Un simple trabajo de mantenimiento desveló un secreto del siglo XVII que da un giro a la historia de este enclave

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Islas Columbretes
Islas Columbretes

Las Islas Columbretes han sido durante siglos uno de esos lugares que parecen detenidos en el tiempo. La silueta volcánica de este enclave frente a la costa de Castellón ha alimentado historias de navegantes, supersticiones de pescadores y teorías de antiguos asentamientos. Ahora, un hallazgo único obliga a mirar de nuevo a este archipiélago no solo como santuario natural, sino como escenario de la piratería en el siglo XVII.

Tesoros que no brillan, pero cuentan historias

Y es que, en un rincón donde solo debería haber viento, rocas y corrientes marinas, han aparecido un puñado de pequeños objetos que, en principio, no deberían estar allí. No hay oro, ni joyas, ni cofres enterrados, sino 33 monedas sin acuñar. En concreto, cospeles de bronce que jamás llegaron a convertirse en dinero, pero que estuvieron cerca de serlo.

Aunque el descubrimiento puede ser considerado como menor al no brillar como cualquier gran tesoro, el verdadero valor para arqueólogos e historiadores es su significado: la existencia de un taller clandestino de falsificación en una isla donde, oficialmente, no había presencia humana hasta el siglo XIX, momento en el que se construyó el faro.

Cospeles de bronce encontrados en las Islas Columbretes
Cospeles de bronce encontrados en las Islas Columbretes

La Generalitat Valenciana ha confirmado el hallazgo a través del secretario autonómico de Medio Ambiente y Territorio, Raúl Mérida, quien ha señalado que el hallazgo “refuerza la teoría de la presencia o paso de piratería en la isla”. Así, que estas monedas aparezcan en  Columbretes y no en un entorno urbano o portuario, donde era habitual encontrar talleres de falsificación, cambia la forma en la que se entiende la historia de este enclave.

El azar y un ojo entrenado

La historia del descubrimiento tiene algo de película: durante los trabajos de mantenimiento en los antiguos canales de recogida de agua de lluvia uno de los operarios de la brigada de la reserva natural, experto en numismática, detectó un pequeño trozo metálico verdoso. Por su color, su corte irregular y su textura supo que era bronce manipulado con cizalla. Tras un búsqueda minuciosa se localizaron más de 30 cospeles cerca del cementerio de la isla.

Junto a las monedas, también se hallaron retales metálicos y pequeñas barritas que respaldan la teoría del taller clandestino. El hallazgo fue remitido al Museo de Bellas Artes de Castellón y a la Universitat de València. Ambas instituciones coincidieron en que las piezas datan de finales del siglo XVII y, aunque no había ninguna con signos de acuñación, la hipótesis principal es que formaban parte de un proceso ilícito de producción.

Toda la muestra del hallazgo en Columbretes
Toda la muestra del hallazgo en Columbretes

¿El escenario perfecto para desaparecer?

Este dato añade una nueva capa a la historia de las Columbretes. Hasta ahora, se creía que no había asentamientos humanos permanentes en la isla antes del siglo XIX. Sin embargo, la presencia de estas monedas sugiere al menos una ocupación temporal clandestina. Aisladas a 28 millas del Cabo de Oropesa, lejos del tráfico marítimo principal, imposibles de ver desde la costa y con una orografía que favorece el anonimato, resultan el escenario soñado para quien quiera pasar desapercibido. 

De hecho, ese aislamiento y excelente estado de conservación permite que el archipiélago, parque natural desde el 25 de enero de 1988, albergue varias especies animales y vegetales poco comunes en el resto del Mediterráneo, como la gaviota de Audouin, el halcón de Eleonora o la “escasísima” Reseda hookeri. También un número considerable de especies únicas en el mundo, como la lagartija de Columbretes o el mastuerzo marítimo.

Los fareros habitaron la isla de manera prácticamente ininterrumpida durante más de un siglo desde 1850. Lo hacía en condiciones precarias, como demuestran las tumbas del pequeño cementerio de la isla, y aprovechaban cada recurso que ofrecía un medio terrestre pobre y un fondo marino extraordinariamente rico. Finalmente, la pequeña colonia de fareros y sus familias abandonaron las islas en 1975, año en que se automatizó el faro.

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