El Gobierno de España ha prohibido la fabricación y comercialización de los cigarrillos electrónicos de sabores. El Consejo de Ministros ha aprobado un real decreto para estos productos derivados del tabaco calentado con aromas y, además, presenta la obligatoriedad de marcar en las etiquetas las advertencias que de la misma manera se representan en estos productos que perjudican la salud. Por tanto, cualquier sustancia aromatizante queda anulada en todos sus componentes. En las etiquetas de estos productos deberá detallar todos los elementos nocivos.
El real decreto establece que estos productos deberán contener imágenes acompañadas de un mensaje de advertencia. De la misma manera, quedará limitada cualquier técnica que modifique el olor o el sabor de los productos del tabaco, así como su intensidad en el humo aspirado. El Ministerio de Sanidad ha afirmado que todos los filtros, papeles y botes rellenables o de un solo uso, no podrán contener tabaco, ni nicotina.
Sanidad asegura que, de esta manera, se equiparan las mismas medidas del producto calentado a los cigarrillos convencionales y quedará establecido en la Directiva 2014/40/UE, entrando en vigor a partir de los 3 meses desde su publicación en el Boletín Oficial del Estado. Así lo ha afirmado la ministra, Mónica García, quien se propuso limitar y regular la venta de estos productos, con la prohibición también de cualquier técnica que modifique el olor y el sabor del tabaco.
García señala que se está avanzando en el Plan Integral de Prevención y Control del Tabaquismo, hasta el punto de regular los espacios libres de humos, adicciones y protección de salud pública frente a los cigarros electrónicos, igual que los convencionales. “Estos vapeadores desechables, además de suponer un perjuicio para la salud, también lo suponen para el medio ambiente”, apunta la ministra.
Estas medidas ya se han tomado en otros países europeos, pues varios estudios determinan que el 50 % de los fumadores a largo plazo usa exclusivamente los vapeadores donde, además, se suma gente que alguna vez ha fumado y otras que nunca lo hicieron, por la falsa creencia de no ser igual de perjudicial para la salud que el tabaco convencional, por su creación y sus mezclas aromáticas.