“Si bien el cuidado de la salud mental es socialmente aceptable, las personas con trastornos mentales siguen siendo discriminadas”

Hablamos con Sergio Ruiz Sánchez, médico especialista en Psiquiatría en el Hospital Universitario y Politécnico La Fe de Valencia

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Gente paseando por la calle. Imagen de Jason Wong
Gente paseando por la calle. Imagen de Jason Wong

De acuerdo con los resultados de la última encuesta realizada por la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios), “el 61 % de los españoles afirma haber sufrido un problema de salud mental en los últimos tres años”. El estrés, problemas de sueño o la ansiedad se encuentran entre los principales problemas de salud que afectan a los españoles; muy seguido de la depresión y la inestabilidad emocional. Por último, en menor medida, entrarían los problemas relacionados con ataques de pánico o fobias, adicciones o trastornos alimentarios.

Siguiendo con la encuesta, las causas que habrían desencadenado este tipo de problemas de salud mental estarían relacionadas con la pérdida de un ser querido (en el 63 % de los casos), los problemas económicos (52 %), la salud (48 %), el desempleo (45 %) o los conflictos de pareja o familiares, que rondaría el 30 %.

Para abordar más en profundidad las causas de esta tendencia a la alza que se está experimentando en los últimos años; pero también para poner en contexto los datos extraídos del informe de la OCU, hoy hablamos con Sergio Ruiz Sánchez, médico especialista en Psiquiatría en el Hospital Universitario y Politécnico La Fe de Valencia

Recientemente, la OCU ha publicado un informe en el que señala que el 61% de los españoles ha tenido problemas de salud mental, ¿se ha notado en los últimos años un incremento?

Para responder a esta pregunta hay que hacer un par de consideraciones. En primer lugar, hay que tener en cuenta que los estudios epidemiológicos científicos en salud mental son bastante más complejos que el estudio de la OCU, porque necesitan estar diseñados con una metodología adecuada y evitar sesgos, por lo que los datos que proporciona este estudio deben interpretarse con precaución y en su contexto. En segundo lugar, el concepto “problemas de salud mental” es muy amplio e inespecífico, y se corre el riesgo de no hacer una radiografía adecuada de la situación. El estrés, la ansiedad, la irritabilidad, la tristeza o el miedo, son fenómenos consustanciales a la experiencia humana, aunque ciertamente nos resulten desagradables. Solo se convierten en problemas de salud mental, grosso modo, cuando son persistentes y dificultan desproporcionadamente nuestro día a día. Imagínate que a una persona que está en proceso de divorcio y tiene hijos pequeños, le preguntamos si en los últimos 30 días ha estado más estresada, irritable, ansiosa, deprimida o duerme peor (como podría haber ocurrido en el estudio de la OCU). La respuesta sin duda sería sí, pero ello no representa necesariamente un problema de salud mental, sino más probablemente una reacción normal o adaptativa, a una situación desagradable y difícil. Lo mismo sucedería en el caso de una persona que pierda a un ser querido, una persona que no tenga empleo y/o que tenga dificultades para llegar a final de mes, etc. 

Dicho esto, lo que sin duda se ha notado en los últimos años, es la psiquiatrización de problemas como los que acabamos de mencionar, esto es, considerar el malestar emocional como algo anormal o patológico, y buscar una solución en los psicofármacos y en el sistema sanitario. Así lo demuestran, por ejemplo, los datos sobre el consumo de fármacos ansiolíticos y antidepresivos que proporciona la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), que reflejan un constante y marcado aumento en los últimos años. 

Así que, puntualizando la pregunta, sí, en los últimos años se ha notado un incremento de los problemas de salud mental por los que se consulta con profesionales sanitarios. Esto es algo con lo que estamos familiarizados en la práctica clínica, tanto los médicos de atención primaria (médicos de familia), que suelen ser el primer punto de contacto de las personas que buscan ayuda, como los profesionales especializados en salud mental (psiquiatras, psicólogos y trabajadores sociales).

¿Cuáles son las principales causas de esta tendencia a la alza?

Existen muchas causas que pueden producir un incremento de los problemas de salud mental, y aunque todas ellas están interconectadas, las podemos dividir para entenderlas mejor en ambientales, sociales o individuales. A nivel ambiental, encontraríamos las dificultades para acceder a servicios básicos (por ejemplo, agua, luz, Internet, atención médica, educación, vivienda, transporte...), la injusticia y discriminación, las desigualdades sociales y de género, y como lamentablemente estamos viendo hoy en día en Palestina, la exposición a guerras o desastres. 

A nivel social podemos nombrar la soledad, la falta de soporte social (por ejemplo, familia o amigos), la crianza inadecuada, la exposición a violencia o abuso, un bajo nivel económico, el fracaso escolar, el desempleo o las malas condiciones laborales. 

Finalmente, a nivel individual podemos encontrar la autoestima negativa, la falta de habilidades emocionales y comunicativas, las enfermedades médicas, como por ejemplo el cáncer, o el consumo de drogas, incluyendo el alcohol. Estos son solo algunos de los ejemplos más representativos, y como comentábamos, están relacionados y se retroalimentan entre ellos. 

Así pues, una persona puede criarse en el seno de una familia con problemas de comunicación emocional, abandonar pronto los estudios, tener un trabajo con malas condiciones, y ver dificultado el acceso a la vivienda. De este modo, cuantos más de estos factores estén presentes en una persona, más posibilidades tiene de padecer problemas de salud mental. Es por ello, que resulta crucial intervenir en estos problemas desde una perspectiva multidisciplinar y holística, que no solo se centre en intervenciones farmacológicas, sino que también aborde las causas subyacentes de los problemas de salud mental, incluyendo medidas y políticas sociales destinadas al fortalecimiento de las redes de apoyo comunitario, el acceso equitativo a los servicios básicos y la promoción de la igualdad y justicia, por poner algunos ejemplos.

Ha aumentado el consumo de fármacos ansiolíticos y antidepresivos en los últimos años

¿Hay un sector de la población más afectado?

Sí, hay varios sectores de la población que tienen más riesgo de desarrollar y mantener problemas de salud mental (y trastornos mentales), que se pueden intuir de la respuesta anterior. Entre ellos encontramos las mujeres, los niños y adolescentes, los ancianos, las personas con bajos ingresos, los migrantes y refugiados, las personas que se identifican con el colectivo LGBTIQ+, y las personas con diversidad funcional (física, intelectual o sensorial). Estos subgrupos de la población están expuestos con más frecuencia y magnitud a los factores que deterioran la salud mental (sobre todo ambientales y sociales), y por tanto, tienen más posibilidades de padecer problemas en este sentido. Por poner un ejemplo significativo, en los estudios sobre prevalencia de depresión en sociedades occidentales, se encuentra de forma constante que la prevalencia de la depresión en mujeres es el doble de la de los hombres. 

¿En qué momento es importante acudir a un profesional?

Como hemos comentado, los primeros signos de los problemas y trastornos de salud mental son generalmente difíciles de diferenciar de experiencias normales (y generalmente desagradables), en la vida de las personas. Todos nosotros experimentamos la tristeza, el miedo o la ansiedad en determinadas circunstancias. Así pues, un buen momento para acudir a un profesional es cuando estos fenómenos generen un deterioro notable del funcionamiento en el día a día, a nivel laboral/académico, social o de autocuidado. Por ejemplo, si persistentemente se experimenta una incapacidad para llevar a cabo tareas cotidianas o el trabajo habitual, mantener relaciones sociales saludables, o cuidar de uno mismo (alimentación, sueño, higiene etc.); puede ser el momento de buscar ayuda profesional. 

También se debe considerar acudir a un profesional en el caso de sufrir un malestar emocional persistente e importante, si la persona experimenta ideas de suicidio, se autolesiona, o si se observa un deterioro considerable del rendimiento académico en el caso de niños o adolescentes. 

En términos generales, en las situaciones que justifiquen la búsqueda de ayuda profesional, el primer paso más pragmático es solicitar una cita con el médico/pediatra de atención primaria de referencia. En caso de situaciones urgentes, se puede contactar con los servicios médicos de emergencias, incluyendo el teléfono 024, que el Ministerio de Sanidad pone a disposición para la atención a la conducta suicida.

En los últimos años, se ha notado un alarmante sobrediagnóstico de TDAH

¿Falta información sobre la importancia de cuidar la salud mental? ¿Crees que todavía está estigmatizado?

Vivimos en la era de la información, así que nunca antes hemos tenido acceso a tanta información como en la actualidad. Otro aspecto diferente, es que dicha información esté basada en la evidencia científica, enfocada desde una perspectiva crítica, y se difunda de una forma adecuada en la población. En lo que respecta a salud mental, esto representa una tarea inacabada. Todos nosotros hemos recibido la asignatura de “educación física” en el colegio/instituto, pero a muy pocos nos han enseñado sobre “educación (en salud) mental”, cuando es igual de importante. Personalmente, creo que debería impartirse una asignatura de salud mental en los colegios e institutos, lo que sin duda sería una forma pragmática de psicoeducar en salud mental. De esta forma, se prevendrían y disminuirían los problemas de salud mental en toda la población (y el sufrimiento que estos generan), empezando primero por los más jóvenes, y resultaría una estrategia coste-efectiva para el sistema sanitario en particular, y para toda la sociedad en su conjunto. Como acertadamente dice el popular refrán, “más vale prevenir que curar”.

Respecto a la estigmatización, es importante hacer una diferenciación entre los conceptos “salud mental” y “trastorno mental”, que a pesar de ir ligados, tienen significados diferentes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera la salud mental como “un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad”. Por otra parte, define los trastornos mentales como una “alteración clínicamente significativa de la cognición, la regulación de las emociones o el comportamiento de un individuo” . Con estas diferencias en mente, sería más acertado considerar que la salud mental ha estado mayormente invisibilizada, pero no ha sufrido tanto el enorme peso del estigma que se ha depositado sobre los trastornos mentales. Así, mientras que en el pasado el concepto salud mental era desconocido para la población general, o no se le prestaba la importancia que merece, el trastorno mental era un tabú que se sufría en la intimidad o en las instituciones psiquiátricas/religiosas. Todo ello comenzó a cambiar a finales del siglo XX, con el punto de inflexión que supuso el progresivo desmantelamiento de la psiquiatría manicomial. 

De este modo, si bien es cierto que el concepto de salud mental se ha diseminado relativamente entre la población en los últimos años, ello no ha ido unido a una disminución del estigma sobre la mayoría de los trastornos mentales. Así pues, es socialmente aceptable dedicar tiempo a realizar ejercicio físico regular, buscar conexiones sociales saludables, cuidar la dieta o practicar mindfulness, todas ellas actividades relacionadas con el cuidado de la salud mental. Pero no obstante, las personas con esquizofrenia, trastorno bipolar o trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), por poner algunos ejemplos, siguen siendo con frecuencia discriminadas, prejuzgadas o asociadas con estereotipos negativos. Quizá las únicas excepciones en este terreno se han producido en las personas que padecen ansiedad, depresión, o trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH), que se han normalizado un poco más en los últimos años, lo que dicho sea de paso, ha llevado aparejado un alarmante sobrediagnóstico. 

Debería impartirse una asignatura de salud mental en los colegios e institutos para psicoeducar en salud mental

La Fe cuenta con L’Espai: ¿cómo y por qué surgió esta iniciativa? ¿Qué balance se hace?

L’espai es una sala ubicada dentro de la Unidad de Hospitalización de Psiquiatría Infantojuvenil. Surgió con la idea de proporcionar una zona de calma, relajación y regulación emocional, a la que el adolescente pueda retirarse en situaciones de ansiedad o inquietud. El objetivo fundamental es evitar que se produzca una escalada que termine en una crisis de agitación grave, y en línea con esto, tratar de disminuir al máximo el uso de contenciones mecánicas. Se trata de un espacio diseñado con la intención de inspirar tranquilidad, seguridad y humanidad, al que el adolescente accede generalmente acompañado por un profesional sanitario. Así pues, es diferente al resto de habitaciones o salas habituales en un hospital: está pintado en tonos cálidos, tiene un sofá y un puf, moqueta y cuadros sobre la naturaleza, e iluminación y música regulables. Si bien es cierto que en ocasiones no se puede utilizar, porque la escalada a una crisis de agitación es demasiado rápida, o lamentablemente por falta de personal, el balance hasta el momento es positivo, tanto por parte de los adolescentes que han estado ingresados, como por los profesionales que trabajan en la sala.

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