Hoy se conmemora el Día Mundial de la Educación Ambiental y de la Energía Limpia. Uno de los principales motivos de la celebración de estos días es para concienciar a la población de la necesidad de revertir una situación que se anticipa complicada. El cambio climático es una realidad y los expertos testimonian unas modificaciones en el clima y, como consecuencia, en la vida de las personas, que conllevarán a un peligro, a este ritmo, irreversible.
Con la tendencia hacia inviernos más templados y veranos más calurosos, las olas de calor, tifones, huracanes y el aumento de la intensidad de las precipitaciones e inundaciones y las sequías prolongadas serán más habituales. Los profesionales del medio ambiente aseguran que existe un temor de que las corrientes marinas se vean alteradas y modifiquen los regímenes climáticos.
El aumento de la temperatura está causando diversos efectos, cuyas manifestaciones más directas pueden ser un malestar térmico que, en instancias más elevadas, puede llevar a enfermedades derivadas de un excesivo calor, o una mayor propensión a que existan incendios forestales.
A partir de ahí, puede hablarse de un efecto cascada. El aumento de temperatura está alterando el ciclo hidrológico del agua y, como consecuencia, estamos asistiendo a tormentas cada vez más intensas y períodos de sequía más acusados. Esto a su vez tiene implicaciones negativas para el estado de los ecosistemas, la supervivencia de ciertas especies y la producción de alimentos. Las repercusiones sociales derivada de todos estos cambios agudizan la situación vulnerable de las personas que se encuentran en situación de pobreza, forzando desplazamientos por pérdidas materiales y falta de seguridad.
Estos efectos son particularmente palpables en la Comunitat Valenciana, donde la aridez y la frecuencia de tormentas violentas es cada vez mayor. Esto complica el funcionamiento de algunos sectores productivos claves en la región, especialmente la agricultura. Otro efecto del cambio climático especialmente patente en la Comunitat Valenciana y en Valencia es la subida del nivel de mar, que puede suponer un retroceso importante del litoral y poner en riesgo mucha superficie agrícola.
Esta es la opinión del Dr. Andres Ricardo Schuschny, profesor del Máster Universitario de Energías Renovables en la Universidad Internacional de Valencia, y del Dr. Daniel Jato, profesor del Máster Universitario en Ingeniería y Gestión Ambiental de la VIU.
Los expertos informan de que actualmente nos encontramos en una situación en la que el nivel de concentración de CO2 en la atmósfera se encuentra entorno a los 420 ppm (partículas por millón), un nivel no visto en miles de años.
Hace apenas un mes se publicó el Avance del Inventario Nacional de Gases de efecto Invernadero, que hace referencia a lo inventariado en 2022. El dato para el año pasado es de 293,8 millones de toneladas brutas de CO2 equivalente. Esto supone un incremento del 1,7% respecto a 2021 y del 2,1% respecto a 1990. Esta cifra también es un 33% menor que la registrada en 2005. Si bien la situación no es la deseada, hay cierta estabilización en la cantidad emitida cada año y un desacoplamiento entre las emisiones de GEI y el crecimiento del PIB. Es decir, que el desarrollo económico no va necesariamente de la mano de sacrificios medioambientales.
Dado que este avance no desglosa por comunidad autónoma, para el caso de la Comunitat Valenciana hay que referirse a datos de 2021, año en el que las emisiones de CO2 equivalente ascendieron a casi 25 millones de toneladas. El sector energético y del transporte es responsable de un 81,7% de esta cifra, siendo los datos muy inferiores en otros ámbitos como la industria (8,7%), la gestión de residuos (5,7%) o la agricultura (3,9%).
Futuras enfermedades
El aumento de la temperatura media del planeta y la alteración de los patrones de comportamiento climático pueden dar lugar a un incremento en la propagación de los vectores contagiosos y, por lo tanto, de la prevalencia de enfermedades que estos originan como el dengue, el Zika o la malaria. Asimismo, se puede producir un aumento de las enfermedades transmitidas por el agua debido a la mayor frecuencia de las inundaciones y sequías, las cuales pueden producir un mayor nivel de contaminación de las fuentes de agua potable lo que da lugar al incremento de enfermedades transmitidas por el agua y los alimentos, como el cólera, la Salmonella o la E. Coli.
El cambio climático está íntimamente relacionado con la salud de los ecosistemas, que, junto a la salud animal y humana, constituyen los tres pilares de lo que se conoce como “One Health” (Una Salud). La pérdida de biodiversidad y el deterioro de los hábitats favorece la transmisión de enfermedades infecciosas. Además, el aumento de la contaminación atmosférica y los extremos térmicos también puede implicar mayor riesgo de enfermedades respiratorias y cardiovasculares, mientras que la escasez de agua causada por las sequías conlleva una reducción de la seguridad alimentaria. Según estimaciones de la OMS, el cambio climático provocará alrededor de 250.000 muertes entre 2030 y 2050 por alteraciones en las características de ciertas enfermedades. El hecho de que algunas regiones como la Comunitat Valenciana estén viendo cambiados sus patrones climáticos, que por momentos se asemejan a condiciones tropicales, puede atraer a ciertas especies de mosquitos y otros insectos transmisores de enfermedades como el dengue o el chikungunya.
¿Hay solución?
“Tenemos una mirada idílica sobre la naturaleza. La percibimos como una bella armonía orgánica, resiliente e integrada. Sin embargo, la misma naturaleza también se manifiesta en terribles cataclismos y eventos destructivos y caóticos. Con esa mirada, tal vez no se trate tanto de resolver un problema sino de simplemente hacer lo que se tiene que hacer y dejar de adoptar posiciones catastrofistas y de adaptarnos como siempre lo hizo nuestra especie a las futuras condiciones de vida que nos toque vivir”, afirma Schuschny
“Sí, pero, como bien dicen recientes campañas de las Naciones Unidas, el momento de actuar para alcanzar la solución es ahora”, sentencia Jato.
Datos en València
Schuschny señala que como otras ciudades de España tanto València sufrirá aumentos de las temperaturas, sequías y precipitaciones que den lugar a inundaciones repentinas que afecten tanto a la población como a la actividad de la agricultura, ganadería y silvicultura.
Por su parte, Jato puntualiza que en la provincia de Valencia la situación está más repartida debido a la mayor diversidad de la actividad económica. “En general, las grandes ciudades son las que más contribuyen a la emisión de GEI en la región. Como dato general, las cuatro ciudades más pobladas (Valencia, Alicante, Elche y Castellón) son responsables de más de un cuarto de las emisiones de CO2 equivalente en la Comunitat Valenciana. Aunque Valencia es claramente la ciudad que más emite al año (3.6 millones de toneladas netas de CO2 eq.), Castellón tiene el valor mayor por habitante (casi 10 toneladas de CO2 eq./hab). Además, Castellón tiene al mayor ente contaminante del sector industrial en el refinado del petróleo (608730 toneladas de CO2 eq., un 37,24% del total), mientras que el principal emisor en Valencia son los automóviles privados (774152 toneladas de CO2 eq., un 21,31% del total de la ciudad)”, añade el profesor.
Acciones que pueden hacer las personas en su día a día
Schuschny afirma que es posible que sea necesario promover el cambio de muchos hábitos. “Vivimos en una sociedad basada en el consumo. En lugar de evitar el derroche, reducir nuestros niveles de consumo, promover la reparación y reutilización de los diversos dispositivos, el sistema publicitario nos llamar gastar y dilapidar tanto como el nivel de deseo aspiracional que nos inocula. Llegó la hora de pensar que debemos transitar de un modelo económico lineal, que todo lo desecha, a uno cada vez más circular”, señala.
El doctor Jato especifica que hay muchas opciones de contribuir y todas ayudan. A nivel más de a pie de calle, hay medidas que van desde el ahorro de energía en casa (reducción del uso de calefacción y aire acondicionado, utilización de dispositivos de bajo consumo, etc.) hasta la reconsideración de los desplazamientos y priorización de los medios a pie, en bicicleta o transporte público, pasando por cambios en la dieta hacia un mayor consumo de verduras y, por supuesto, intentar reducir, reutilizar y reparar en la medida de lo posible. “Evidentemente, muchas de estas propuestas llevan un coste asociado, pero siempre hay formas de contribuir a la escala que se pueda. Otra acción gratuita es hacerse oír, apelando a la conciencia ambiental y climática de quienes nos rodean”, finaliza el profesor de la VIU.