Pasión y sufrimiento en Ipurua

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En ocasiones parece totalmente impredecible conjeturar sobre el desarrollo de un encuentro. Y, a veces, la disciplina del fútbol se convierte en una montaña rusa de emociones y estados anímicos contrapuestos. Quizás haya dos imágenes prácticamente encadenadas en el tiempo que permitan reflexionar en tal sentido. Boateng se elevó sobre el cielo de Ipurúa para cabecear un servicio de violinista de Luna. La grada local enmudeció. El balón rozó el palo largo de la meta defendida por Dmitrovic. El Levante acarició la victoria en los compases decisivos. Hubo espacio para la réplica desde las botas de Sergi Enrich. Raúl se estiró como un acordeón para rechazar un disparo que olía a gol con la punta de los dedos. Todo pudo pasar y todo pudo acontecer en la secuencia definitiva de la confrontación que reunió en el coliseo eibarrés al Levante y al Eibar. En el tramo postrero el arrebato se apoderó de un partido que parecía masticar la escuadra que prepara Muñiz en el nacimiento del capítulo definitivo. Morales y Bardhi habían fustigado la conciencia de un Eibar de naturaleza racial y combativo, desde la puesta en acción de la cita, en tres minutos de un frenesí devastador. La tenacidad y el empeño suele ser componentes que los preparadores acentúan en sus respectivos manuales. El ejercicio de fe de la institución armera durante la reanudación, más ardiente que cerebral y mucho más emotivo que estético, le aferró a un enfrentamiento que palidecía y que amenazaba con engullirlo. En el fútbol de la pasión al sufrimiento hay una frontera de reducidas dimensiones.

El Eibar recuperó la esencia de ese fútbol directo que le caracterizó antaño para tratar de asediar la portería resguardada por Raúl. El equipo de Mendilibar propuso un partido desbocado y repleto de desenfreno para recuperar la autoestima perdida y para tratar de interactuar con su gente. Inui capitalizaba la atención con continuadas razzias. Sucede que el Levante no se siente intimidado con este tipo de actuaciones y además agudiza sus sentidos si encuentra universos por los que proyectarse. Así que apeló al estoicismo y a la firmeza para capear el temporal que pretendía imponer el Eibar y recurrió al fútbol diferencial que plantea Morales. El Comandante pone el vértigo y también el picante cuando se trata de añadir una marcha más al encuentro para dinamitarlo. Como aconteció en Girona, Morales adquirió luminosidad para ejercer de factor diferencial sobre el interior del césped. Su capacidad para desequilibrar es una constante absoluta que no se discute por más que en tierras vascas se acomodará desde el nacimiento de la confrontación al carril derecho del ataque.

En Montilivi combinó con Boateng para que el atacante africano estrenara su condición de anotador. En Ipurúa se escurrió entre los defensores para plantarse en solitario en las inmediaciones de Dmitrovic. Ivi leyó perfectamente la secuencia. La conexión entre ambos fue soberbia. La contribución del atacante madrileño fue sobresaliente. La ejecución del Comandante fue sublime. Allí donde a algunos se les nubla la vista ante la certera posibilidad de conjugar con el gol se hizo la luz, pese a la lluvia y la bruma que amenazaba con envolver al remodelado y coqueto coliseo de Ipurua. Morales en un ejercicio de ataraxia y de convicción escogió el instante más determinante para ajusticiar al guardameta de la escuadra vasca. La secuencia espacio-tiempo elevada a la enésima potencia.

El Comandante no olvida su pasado eibarrés. Alzó las manos al cielo en reclamando el perdón divino de la que fue su afición durante una temporada histórica. Llovía el típico calabobos que cala hasta el alma sobre el feudo eibarrés para añadir épica y el Levante sacaba todo su instinto de supervivencia. El equipo se siente seguro ante la adversidad. No le molesta no sentir el cuero entre sus botas. Máxime si cuenta con futbolistas vertiginosos de espíritu incontenible. Morales tiró de zancada para pisar el área rival y ceder sobre la llegada desde atrás de Bardhi. El macedonio elevó su cuenta anotadora hasta los cuatro goles. Entre él y el Comandante suman ocho; un potosí para las aspiraciones granotas.

El paso por el vestuario cambió el diseño del duelo. Arbilla emuló a Bardhi desde la estrategia. Su lanzamiento fue imponente. El esférico besó el larguero por dentro para incrustarse en la red. El gol espoleó al Eibar. El cronómetro apenas rebasaba el minuto cincuenta. Ipurúa rugió como tratando de traspasar nuevos poderes a sus jugadores. Quizás en perspectiva podría acentuarse que el Levante perdió de vista en exceso el balón durante esa fase. El aspecto no es secundario porque implica una renuncia a manifestarse desde su uso. El Eibar se comportaba con más arrojo que precisión. No obstante, apareció Inui para dimensionar su ascendente. Su disparo, rechazado por Raúl, lo cazó Charles para rubricar la igualada. Todo pudo suceder en los veinte minutos postreros. Boateng y Sergi Enrich acariciaron el triunfo.

 

Ficha técnica:

SD Eibar: Dmitrovic; Arbilla, Paulo, Lombán, Cote (min. 73 Juncá); Dani García, Escalante; Capa, Enrich (Bebé, min. 88), Inui; Kike García (Charles, min. 59).

Levante UD: Raúl; Pedro López, Lerma, Postigo, Luna; Ivi (Shaq, min 71), Campaña, Bardhi (Doucure, min 88) Morales; Chema, Alegría (Boateng, min66).

Árbitro: Árbitro; Javier Alberola Rojas. Comité Castilla-La Mancha. Amonestó con cartulina amarilla a Ivi, Pedro López y a Dani García.

Goles: 0-1, min 34. Morales. 0-2, min. 37 Bardhi. 1-2 Arbilla, min 51. 2-2, nim 73. Charles.

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