Opinión

Reciprocidad sí, pero… ¿Para qué?

Si buscamos en el diccionario de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, nos dice que “recíproca” es cualquier cosa “hecha por dos, el uno al otro”. Por lo tanto, esta reciprocidad solo tiene lugar cuando una acción es “dada y recibida a la vez por cada uno de los dos”. Partiendo de esta definición, podemos afirmar que “la valenciana” Canal 9 y “la catalana” TV3 solo estuvieron en una situación de reciprocidad en Cataluña y el País Valenciano desde el 2008 hasta el 2010, cuando el gobierno valenciano del Partido Popular impidió que los catalanes pudieran ver Canal 9. Así pues, la señal que llegaba a Cataluña a través del canal internacional ya no permitiría más que los catalanes pudieran ver Canal 9.

Durante los años en que TV3 llegaba a València, productos culturales como Bola de Dragón, Buenafuente o Doraemon configuraron el imaginario colectivo de los valencianos. Mientras tanto, los catalanes apenas tienen referentes de la televisión valenciana. Para explicitar esto, un dato: si los valencianos hemos visto durante casi 30 años TV3, los catalanes solo han visto Canal 9 durante 2 años (2008-2010), en plena época dorada de la corrupción popular. Llegados a este punto, hace falta que nos preguntemos con franqueza: ¿Existe en Cataluña una demanda generalizada para ver “la valenciana” À Punt, con un cuarto del presupuesto de TV3 y una situación de precariedad económica tan importante? La respuesta, obviamente, es que no, con honrosas excepciones. Por eso, creo que tenemos que cambiar de manera radical nuestro enfoque sobre la reciprocidad para ganar.

La reciprocidad À Punt-TV3: la historia interminable

Han pasado más de 10 años y los gobiernos valenciano y catalán siguen enzarzados en una batalla interminable con el gobierno español. A priori podría parecer que establecer la reciprocidad À Punt-TV3 a través de la TDT es una cuestión sencilla que no supone ningún coste. Pero, como siempre ocurre en la política institucional, hay un obstáculo. Y es que el gobierno español se niega a conceder un nuevo múltiplex (banda de frecuencias) para que se pueda hacer efectiva esta reciprocidad. Además, algunos sectores del Partido Socialista del País Valenciano (PSPV-PSOE) se niegan a ceder el espacio para poner en marcha la reciprocidad en el mismo múltiplex de À Punt.

Mientras se reduce el debate a una mera cuestión técnica, lo que parece claro son dos cosas. La primera es que, por muchas veces que estrechen sus manos Ximo Puig y Pere Aragonès, la reciprocidad no llega. La segunda (y no menos importante), es que estamos planteando un debate del siglo XXI con términos y marcos del siglo XX. Si bien para mí sería mucho más cómodo encender la TDT en Barcelona y poder ver À Punt, también es cierto que la sintonizo con mucho gusto para ver Zoom cada lunes desde mi ordenador portátil. Y que, cuando se va la señal de À Punt que tan mal llega a mi pueblo del interior, mi madre también la sintoniza desde su teléfono. Quizás haya que ir más allá para ganar.

Una reciprocidad para el siglo XXI

La coyuntura política nunca había sido tan favorable con los gobiernos del País Valenciano, Cataluña y las Islas Baleares. Si, en un momento con una notable correlación de fuerzas no somos capaces de hacer efectiva la reciprocidad, hemos perdido. Decía Joan Fuster que “si una lengua no se convierte deprisa en lectura múltiple y diaria (y, añado yo, en películas, programas y series cotidianas), quedará paralítica entre el hogar y los mandarinos”. Vivimos en la era de Netflix, de los podcast, de Twitch y de los influencers. Vivimos en una época en que las nuevas generaciones nacen pegadas al teléfono móvil y se comunican de una manera muy diferente. Llegados a este punto, o entendemos que la televisión del futuro va mucho más allá de la TDT o estamos perdidos.

RECIPROCIDAD no puede significar únicamente conseguir que se vea un canal más en la TDT. Reciprocidad tiene que significar recursos comunes para hacer que plataformas como Bon Dia TV puedan ser competitivas. Países pequeños como Dinamarca (5.8 millones de habitantes) han conseguido a través de sus canales públicos de televisión crear productos culturales como la serie Borgen, que se puede disfrutar en Netflix. Y no, ¡nadie se ha quejado porque estaba en danés! Si triunfan por todas partes las telenovelas turcas… ¿Por qué no puede triunfar una serie en valenciano? Todavía recuerdo cuando vivía en América Latina, como todo el mundo me hablaba sobre Merlí y conseguía recordar algunas frases y expresiones. Ese tiene que ser nuestro objetivo y nuestro anhelo: entender esta época, anticiparnos y evitar cualquier dependencia otras instancias como el gobierno español, como ocurre en el caso del múltiplex.

La mort de Guillem y el camino a seguir

La mort de Guillem nos marca el camino sobre cómo tiene que ser la reciprocidad del futuro. Una película capaz de ahondar en nuestra memoria colectiva sobre la impunidad de los grupúsculos de extrema derecha en el País Valenciano. Capaz de llegar al público de Cataluña y el de las Islas Baleares y, además, a mucha otra gente de España gracias a la gran tarea del equipo de la plataforma catalana Filmin. Una película capaz de conmover y acercarnos unos a otros, sin caer en la nostalgia o el revisionismo. Hoy más que nunca necesitamos de producciones de las que sentirnos orgullosos y que nos permitan pasar de la defensiva a la ofensiva. Señorías, es la hora de la reciprocidad de verdad y es la hora del valenciano. Es la hora de trabajar de lo lindo… ¡Nos jugamos mucho más que una tele!

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