Aquellos niños armados con sus libros de texto que se manifestaron en el instituto Lluís Vives esa primavera del 2012 nos dieron una lección de democracia y dignidad a todos los valencianos. Y, cómo no, dieron un repaso muy serio a una izquierda que había sido incapaz de combatir la hegemonía absoluta que, hasta aquel momento, tenía el Partido Popular. Los cimientos de aquella València de la fiesta de la corrupción y los ‘amiguitos del alma’ que no se acababa nunca comenzaban a tambalearse.
En 2015 llegó el cambio político al País Valenciano. Iba a decir que llegó de la mano de los partidos políticos, que también. Pero el principal cambio político se produjo en las plazas, los corazones y las mentes de los valencianos. Miles de personas que, después de muchos años sometidos a chantajes y rodeados de redes clientelares se atrevían a soñar con ver renacer las cenizas de su (y nuestro) País Valenciano. Como cantaba La Gossa Sorda, se abrían “les ments i els portons de les cases”.
El 2016, poco menos de un año después de la configuración del nuevo gobierno del Botánico, la Generalitat lanzaba una campaña en defensa de nuestro malherido orgullo patrio bajo el título de ‘El orgullo de ser valencianos’. Me encantó el vídeo porque mostraba el inicio de un nuevo ciclo político valiente. A su inicio decía: “Durante años, algunos creían que teníamos que hacer cosas muy grandes para demostrar que somos grandes. Todo muy grande. Y vacío. Y hacia fuera. Pero el orgullo de ser valencianos no necesita cemento; nace del orgullo de nuestra tierra”. El Pueblo valenciano había señalado el camino en las plazas y el gobierno obedecía a nuestro servicio. ¿Ha dejado de obedecernos?
Siete años y algunas dinámicas tóxicas después
El otro día, alrededor de una polémica tuitera, el historiador valenciano Carles Sirera analizaba a la perfección el momento político que llevó al valencianismo a las instituciones. “En València somos amigos porque hemos pasado muchos años muy solos y no somos una mayoría social incuestionable: somos conscientes de nuestra debilidad. Dividirnos es entrar en dinámicas tóxicas”. Una frase que significa todo y nada a la vez, y marca cómo hemos llegado hasta aquí y cómo podemos volver muchos años atrás si nos despistamos. Porque, como dice Miquel Nadal, “en València somos así. O nos abandonamos o hacemos lo mejor”.
Después de siete años de estabilidad política y siete presupuestos son muchas las cosas que han cambiado en un sentido positivo en el País Valenciano. Solo hace falta mirar atrás y ver como estábamos con el PP y como estamos actualmente. Sin embargo, algunas dinámicas tóxicas intentan apoderarse del gobierno con más trellat que hemos tenido los valencianos desde que recuperamos nuestro autogobierno.
Pero… ¿Cómo que dinámicas tóxicas?
¿De qué dinámicas hablo? Pues hablo de dinámicas tóxicas más allá de las cacerías políticas contra Mónica Oltra y Ximo Puig. Amplificadas, por cierto, por bots y por medios-papagayo como Es Diario y Mediterráneo Digital, muy nutridos con dinero público por gobiernos del PP como el de Madrid.
Hablo de casos como el de Sandra Gómez, portavoz del PSPV-PSOE en el Ayuntamiento de València y convertida en parte de la oposición al gobierno de Ribó del cual forma parte. ¿De verdad compensa la ambición de pasar a Compromís en València al coste de perder la alcaldía del Cap i Casal, símbolo y orgullo del cambio político valenciano? Queremos que nuestros políticos dejen de instrumentalizar luchas tan importantes como la del València CF y se enfrenten unidos a Meriton para recuperar el València para su afición.
También hablo de pifias como la de Mireia Mollà con las naranjas. Que sí, que el video está fuera de contexto y fue difundido por los medios-papagayo de que hablábamos antes. Pero, por suerte o por desgracia, decía Frank Luntz que aquello importante no es lo que dices, sino lo que la gente entiende. La naranja es demasiado importante en el imaginario colectivo valenciano y agricultores como mi yayo Manolo están hartos de que nada cambie y sigan ganando los mismos de siempre. Quizás este affair cítrico sirva para poner en valor los medios propios que, como este desde que os escribo, informan con rigor y profesionalidad. Y riegan cada día nuestro orgullo valenciano.
El momento político requiere, más que nunca, demostrar que no todos los políticos son iguales y que solo el Pueblo salva el Pueblo. Y, mientras tanto, vemos cómo cargos del PSPV como el Secretario Autonómico de Turismo contradicen la propia medida del Botánico para impulsar la tasa turística, poniendo en entredicho su eficacia. Con políticos como él o como el Síndic de Greuges Luna… ¿Quién necesita una buena oposición?
Ahora más que nunca tocan tiempos de políticas valientes y, quienes estén más dispuestos a escuchar a ciertos lobbies que al Pueblo que los ha puesto donde están tendrían que marcharse. También toca un tiempo de políticas valientes en Madrid: basta de que jueguen con el Pueblo valenciano como si fuera el típico amante de las películas que te promete todos los días que lo dejará con su mujer mientras te destroza la vida. No nos lo podemos permitir: ya sabemos cuál es la alternativa. Sí, ese PP que se llena la boca hablando de gestión y que hundió la economía de los valencianos.
Una receta de futuro: pasar a la ofensiva y nuevos liderazgos
Después de la marcha de Fran Ferri y del vicepresidente Dalmau y la derrota por la mínima de Naiara Davó en las primarias de Podem es necesaria una reorganización. Ya es hora que los partidos del Botánico empiezan a mirar afuera para llevar nuevos liderazgos a la conducción política valenciana.
Y para aprovechar mucho mejor liderazgos que son presente y futuro de nuestro país como el de Naiara Davó. Menos mirarse al ombligo y más mirar a todo el talento que tenemos, y a toda esa gente joven que, todavía a estas alturas, tiene que marchar fuera para construir sus proyectos de vida. PSPV, Podemos y Compromís, sed muy conscientes: ¡el Pueblo manda, vosotros obedecéis! Hay un esfuerzo colectivo sin precedentes en la sociedad valenciana para mantener y expandir este gobierno, y centenares de luchas llenas de dignidad que nos preceden. ¡Prohibido olvidar!