Opinión

Nunca es tarde

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O sí. Trabajar en la Ley Valenciana para la igualdad de las personas LGTBI y saber que su aprobación está muy cerca me genera satisfacción y alegría, es cierto. Pero no puedo evitar que me invada la angustia y la sensación de que llegamos tarde.

Demasiado tarde, sí. Porque aunque hayan pasado cuarenta años desde que dejamos atrás la cruel dictadura franquista, las personas LGTBI siguen siendo víctimas de discriminaciones y violencia. Porque aunque la constitución española reconozca derechos a toda la ciudadanía, se ha seguido señalando, apartando e incluso violentando a las personas por su orientación sexual, por su expresión de género o por cualquier diferencia con los cánones establecidos.

Porque es demasiada la gente que se ha quedado en el camino, la que ha vivido asfixiada en el armario del olvido, la que ha tenido que fingir, la que ha tenido que ha tenido que callar. No podemos perder más tiempo, tenemos una deuda pendiente como sociedad. Porque nos necesita la gente más joven con una vida entera por delante para disfrutar en libertad, pero también las personas LGTBI más mayores para acabar su vida con dignidad.

Esta es una ley en positivo que sólo obliga a respetar. Es un marco normativo necesario para avanzar, por fin, hacia la igualdad real. Una ley de reconocimiento de derechos y de la realidad que es diversa.

No se puede hablar de democracia cuando una parte de la sociedad está tan invisibilizada que parece no existir y, en este sentido, la ley valenciana es pionera en reconocer la situación especial de las personas con variaciones intersexuales o con diferencias del desarrollo sexual. La existencia de estas personas es mayoritariamente desconocida por el resto de la población. O rechazada.

Viciosos, pervertidos, golfas, extravagantes… reconozcan conmigo que estos estereotipos aún siguen vigentes. Sin una educación inclusiva que incorpore el tratamiento de la diversidad sexual, familiar, de género y del desarrollo sexual será imposible acabar con ellos. La igualdad legal, que normalmente antecede a la igualdad social, es el paso imprescindible para acabar con la estigmatización.

Queda mucho camino por recorrer, pero llego a la conclusión de que aunque tarde, hemos llegado. Y no sólo somos los representantes públicos quienes hemos de trabajar e impulsar las políticas igualitarias y antidiscriminatorias, la responsabilidad es de la sociedad en su conjunto. Por eso, como dije ante el pleno de las Cortes Valencianas, mantenerse en silencio, no es una opción.

Rosa MustafáDiputada del grupo socialista en les Corts

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