Capítulo 1: Dulce introducción al caos
23 de noviembre. El Tribunal Supremo acaba con la inmersión lingüística en Cataluña, estableciendo un mínimo del 25% de castellano en las aulas. 26 de noviembre. El Tribunal Supremo anula 12 de los 16 artículos del decreto que regulaba la Oficina de Derechos Lingüísticos del Valenciano, dejándola inútil a efectos prácticos. ¿La excusa? No protegía los derechos lingüísticos de los castellanoparlantes, que se ve que están muy perseguidos, y por algo estamos en España, tronco.
Desde el año 2015 el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana (TSJCV) ha emitido casi 50 sentencias contra el gobierno del Botànic en materia educativa. Los decretos de plurilingüismo son los principales afectados. Sin embargo, tampoco se libran los decretos para acabar con algunos conciertos en las escuelas y favorecer la igualdad de oportunidades… ¡Ni la reducción de las ratios! La Justicia se ha convertido, con la inestimable ayuda del Partido Popular —que sufre del síndrome del denunciante compulsivo— en la mayor oposición a las políticas del Botànic.
Capítulo II: Sobre vencer y convencer
“Venceréis, pero no convenceréis”, pronunció un 12 de octubre del año 1936 Miguel de Unamuno. Después de haber apostatado de la Segunda República, a la cual había declarado su amor años atrás, aceptó estar presente en un acontecimiento que había organizado el bando nacional en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Se celebraba el “Día de la Raza” (actual Día de la Hispanidad). Después de escuchar las barbaridades que había dicho el general Millán-Astray —y mi padre emplea la expresión “ser más facha que Millán-Astray” por algo—, Unamuno se rebeló en medio del acto donde lo habían invitado bajo la atenta mirada de Astray, Franco y los suyos. Con un ensordecedor “¡Viva la muerte y muera la inteligencia!” le bastó para demostrarles que estaban más que equivocados.
La forma en que explicó Unamuno la victoria del bando nacional es muy ilustrativa para explicar la persecución lingüística del valenciano. Vencer a todo coste, sin convencer, generando crispación y resentimiento en nuestra gente. Dividiéndola. El proyecto de las derechas españolistas continúa pasando por la imposición. Las más altas instancias judiciales españolas parecen obsesionadas con matar la inteligencia, la política y —ya de paso— el valenciano. Quizás sea el momento idóneo para que el valencianismo abandone la resistencia y pase a la ofensiva.
Producciones en valenciano, dibujos, potenciamiento de los referentes de Internet, de los grupos de música, los videojuegos y los deportes propios. En definitiva que, si en el imaginario de la generación que me precede Goku habla en valenciano y en el mío Doraemon es un gato cósmico de Rocafort, el imaginario de las generaciones del futuro se llene de nuevos referentes con qué puedan soñar (como hicimos nosotros) “con ilusión, coraje y tenacidad con un mundo más justo, más verde y más tolerante”. Gamers, streamers, cantantes y periodistas que demuestren que es maravilloso (y viable) hacer contenidos en valenciano, con todo el derecho del mundo.
Capítulo III: los falsos dilemas de los falsos jacobinos
En estos días, serán muchos quienes, bajo el pretexto de que son jacobinos, os venderán su discurso de odio hacia las lenguas y la riqueza cultural de España. Os dirán que el propósito de las fuerzas de progreso y populares es el de lograr conquistas materiales para las personas. Pero… ¿Acaso no es una conquista material que una señora mayor pueda expresarse en su lengua materna en una consulta médica? ¿Es un identitario peligroso el señor de Sueca que quiere dirigirse en valenciano a la administración?
Por otro lado, se olvidan de lo más importante. Ningún territorio ha sido nunca capaz de conseguir más bienestar y mayor soberanía sin apelar a un Pueblo. Las personas se movilizan más y son capaces de avanzar cuando logran objetivos comunes desde la diversidad de sus demandas, y trazan un horizonte compartido. Por eso, pienso que un proyecto que concibe la unidad en torno a la homogeneidad y la eliminación de toda diferencia nunca será un proyecto de futuro. Y es que —a izquierdas y a derechas— una persona que desprecia la diversidad y la riqueza lingüística es una persona que desprecia España. Alguien que quizás pueda vencer, pero que nunca conseguirá convencer.
Capítulo IV: El valenciano no se mancha
El año 2001 Diego Armando Maradona se despedía de los estadios de fútbol para siempre. Lo hacía en La Bombonera de Buenos Aires, templo de Boca Juniors, el equipo que lo había visto hacerse grande. Asediado por numerosos escándalos personales, Diego recordaba que el fútbol era un patrimonio de todos, también de la felicidad mundial. ¡Con su célebre “me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha” Diego dijo tantas cosas! El valenciano tendría que ser como el fútbol: nadie tendría que tener derecho a mancharlo y utilizarlo como arma de confrontación. Nunca podremos ser un país normal hasta que el PP no entienda de una vez que el valenciano es uno de los patrimonios más preciados para todos los valencianos.
El PP y ciertos sectores del poder judicial —y esto de “poder” no es una broma— continúan con su cruzada contra el valenciano, apoyados por la izquierda “jacobina” y sus tontos útiles. Pero aquí nos parieron y aquí estamos, y el valenciano vuelve, poco a poco, a tener prestigio y valor social. Ni ellos ni nadie nos harán bajar la cara als rebesnéts del Tio Canya. Y, como canta Zoo, ni con la ley ni el tricornio, ni con prisiones ni cavernas, callarán a la fiera. Una fiera que ha perdido el miedo y se levanta orgullosa de todo un presente que ja anem fent y de todo un futuro por construir ¡Valencianas: pasemos a la ofensiva!