Hoy, día 24 de octubre, se celebra el Día mundial contra el Cambio Climático, con el fin de sensibilizar a la población de las consecuencias negativas del calentamiento global. Los episodios de lluvias torrenciales recientemente vividos en el País Valencià y en otros puntos de la península son ejemplo evidente de estas consecuencias, pero la lista es casi inabordable: temperaturas cada vez más extremas, afección a la producción de alimentos, desaparición de biodiversidad a una velocidad terrible... y como consecuencia zonas del planeta inhabitables, lo que forzará movimientos migratorios masivos. El Cambio Climático es sin lugar a dudasel desafío más importante al que ya se enfrenta la humanidad en su conjunto y que debemos de resolver en las próximas décadas. Según apuntan todos los estudios, ya llegamos tarde para frenarlo, pero estamos apunto aún para poder contener el aumento de la temperatura y reducir en buena medida sus consecuencias. La actividad humana ha creado el problema, pero un cambio radical en los usos de dicha actividad puede mitigarlo hasta niveles controlables.
Alrededor de la mitad de la población mundial vivimos en la actualidad en ciudades. Este número será cada vez mayor de manera que se estima que a finales de siglo lo haremos más del 80%. Es pues en las ciudades donde ha de producirse el cambio necesario y tomar medidas que las conviertan en ciudades sostenibles, porque además por su carácter de ecosistemas deficitarios en materiales y energía son extremadamente vulnerables a los efectos del cambio climático y por sus características constructivas se convierten en verdaderas “Islas de Calor”, donde el aumento de la temperatura aún es más significativo.
Hasta ahora, la intervención de las administraciones municipales para hacer frente a estos problemas ha sido muy limitada, centrándose básicamente en la recogida de residuos y la regulación del acceso de vehículos a motor al centro de las áreas urbanas bajo determinadas circunstancias. Además en un elevado porcentaje, la responsabilidad y el coste de estas medidas recae de manera última sobre la propia ciudadanía: es a ésta a quien se insta a separar y depositar los residuos, a utilizar el transporte público o no contaminante, a regular su consumo de agua y de electricidad.... Pero no es la ciudadanía la que introduce de manera irresponsable una cantidad innecesaria de envases en los productos de consumo. No es la ciudadanía la que diseña ciudades donde se favorece el uso del vehículo a motor privado frente altransporte público o alternativo. No es la ciudadanía la que produce la energía eléctrica mediante técnicas con elevadas emisiones de CO2.
Por lo tanto las administraciones municipales han de implementar en sus políticas medidas que hagan recaer las obligaciones y el coste de la protección medioambiental en quien introduce los factores contaminantes en la cadena de consumo: productores, supermercados de distribución y empresas eléctricas.
Además han de rediseñar las ciudades de manera que estas sean menos propicias al consumo excesivo y descontrolado y al uso injustificado del transporte a motor particular. La ciudadanía tiene el derecho a desarrollar sus actividades básicas en la ciudad generando la mínima contaminación posible.
Por otro lado, las políticas municipalistas han de reconcebir las ciudades desde la consideración de ésta como un ecosistema: las ciudades no son islas artificiales independizadas del resto del territorio. Son sistemas donde convive lo artificial con lo natural.
Hasta ahora, en esta relación artificial/natural, siempre se ha pretendido artificializar lo natural. Ejemplo claro son los diseños de los parques y jardines de la mayoría de municipios, las plantaciones de arbolado en las calles y la gestión y mantenimiento que se hace de los mismos: prima prácticamente siempre un criterio urbanístico, arquitectónico y estético. Como mucho un criterio funcional para el desarrollo de determinadas actividades humanas.
El municipalismo debe sumar a estos criterios de diseño y gestión el criterio biológico para revertir la situación y pensar ciudades donde se quiera naturalizar lo artificial. No contentarse con crear zonas verdes, si no pretender crear verdaderos ecosistemas que favorezcan el desarrollo de especies vegetales y animales que finalmente acabarán revertiendo también en beneficios para el ciudadano: vegetación que optimice la captación de CO2 y la producción de sombra, que favorezca la proliferación de fauna (sobre todo avifauna) consumidora de insectos, que amortigüe el ruido...
Pero no basta con actuar sobre los elementos naturales. Determinadas prácticas constructivas favorecen por ejemplo la nidificación de vencejos, golondrinas, aviones y murciélagos, todos ellos voraces devoradores de mosquitos a los que hemos desplazado de las ciudades modernas. Por no hablar del ahorro energético que se produce con determinados diseños arquitectónicos.
Además el municipalismo ha de pretender que sea el ciudadano el motor y el protagonista de esta naturalización. Para ello hay que naturalizar a la ciudadanía: jornadas explicativas, talleres formativos, educación ambiental en las ciudades.... para que la persona urbanita comprenda las ventajas de naturalizar los municipios y sea a su vez fuente de ideas y fuerza de ejecución de cuantos proyectos vayan encaminados a mantener y ejercer el derecho a vivir en ciudades los más naturalizadas posibles.
Pongámonos pues manos a la obra y desde las políticas municipales conquistemos el derecho al medio ambiente, nos va el planeta en ello.
Pau Martín y Marcos Andújar Área de Medio Ambiente, Sostenibilidad y MovilidadCCM Podem València