Opinión

Haremos, haremos… Y al final nada cambiaremos

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“Ximo Puig es el valenciano que más ha hablado de vaciar las diputaciones provinciales de competencias”, me dice una tertuliana y militante del PSOE en un medio de comunicación. A lo que, con una desazón y casi sin pensar, le respondo: “ya está bien, que hace veinte años que estamos con el mismo debate”.Y así, entre dimes y diretes que tanto hinchan las narices a la sufrida audiencia, sumamos a los veinte años de antiguo debate sobre la existencia o no de las diputaciones, un mes más. Y no saben ustedes la rabia que esto da, cuando desde Compromís no queremos que “vacíen de competencias a las diputaciones”, sino que desaparezcan. Incluso hemos dado la clave de cómo hacerlo. Tengo la impresión en este asunto de que es cómo si nuevamente tuviéramos que hacer la travesía por el desierto, cargados a la espalda con ruedas de molino con las cuales algunos piensan que todavía podemos comulgar. “Despacio” -nos dicen- “debatimos, pensamos, analizamos”... Y así hay quién piensa que puede tenernos engañados una veintena de años. Y no hablo sólo del PP, a pesar de que la misma Isabel Bonig admite que hasta dentro de ocho años ella no aspira a gobernar.

Desde que tengo uso de razón he querido cerrar las diputaciones, a las que he visto siempre como un impedimento a la relación con los pueblos más que como una ayuda para que se entiendan... Igual tiene algo que ver el hecho de que me estrenara en el mundo político recogiendo como periodista las impresiones de los ilustres diputados que habitaban el Palacio de las Aulas en Castelló. Y allí todo el mundo sabe que en ese reino de taifas,Carlos Fabraera el rey. Obtuvo la diputación casi por herencia y creofirmemente que si el caso Naranjax o la avaricia y la codicia no se hubieran descubierto entre su pasado, se lo hubiera legado a otra ilustre descendente, Andrea Fabra, la de “que se jodan los parados”, para más referencias.

Desde entonces y hasta hoy,los y las alcaldesas (ellos mayoritariamente, que en la época dorada del PP nohabía demasiadas mujeres en cargos de máxima representación) desfilaban por el besamanos de Don Carlos a la caza de un convenio singular para llevarse a su pueblo. Una ‘subvencioncita’ para acabar la carretera o unos dineritos para el techo del hogar de los jubilados que se cae a trozos... Y esta práctica, heredera del franquismo, todavía se practica en algunas diputaciones como por ejemplo Castelló o Alicante. Es cierto que todos nos hemos modernizado, y ahora esta pleitesía se practica ante asesores, diputados delegados de área e incluso funcionarios que dan fe de aquello que, al fin y al cabo, no deja de ser la voluntad del cacique de turno de favorecer un pueblo por delante de otro.

Rus en esto, como en tantas otras cosas, era el amo con permiso del castellonense. El de Xàtiva llegó a utilizar los convenios con los pueblos para ganarse voluntades o enemistades dentro de su propio partido, mientras que el más famoso de los Fabras, Don Carlos,no se molestaba ni en disimular la repulsión y desprecio que sentía hacia la oposición, a la que no daba ni agua fuera del color que fuera. Recuerden sino cuando se olvidó de cerrar el micro en aquel pleno y todos escuchamos aquel “hijo de puta” dirigido a Colomer. Y mira por dónde, que después la expresión resultó ser un apelativo “amistoso” que el líder del PP solía emplear. O esto nos dijeron.

Y si alguien todavía cree, como argumentan desde el PP en toda tertulia de tele o radio a la que se les invita, que las Diputaciones tienen la clave de la buena gobernanza de los pueblos pequeños y que hacen una tarea de distribución del dinero, que me expliquen por qué narices todos los presidentes de estas entidades provinciales son de pueblos grandes como por ejemplo Calp o Castelló. Y es que las formas de César Sánchez o de Javier Moliner, Calp y Castelló por si alguien todavía tiene alguna duda, me recuerdan a las del despotismo ilustrado, cuando afirmaban aquello de “todo para el pueblo pero sin el pueblo”. De hecho, es tal el paralelismo que yo no conozco ni una sola valenciana, ni a ningún valenciano que no ostente la condición de concejal, que haya podido votar el Presidente de la Diputación. ¿Usted ha votado alguna vez al Presidente de la Diputación? ¿A qué no? Pues eso.

Hace falta un debate a fondo de las diputaciones, hace falta ya pero no de vaciarlas sino de hacerlas desaparecer al mismo tiempo que nos dotamos de nuevas leyes de tercera generación como las que regulan las comarcas, las mancomunidades, y de mecanismos de comunicación fluida dirigidos a que las instituciones que representan al gobierno valenciano, como por ejemplo el Consell, puedan dirigirse directamente a los pueblos como de hecho ya lo hacen. Y, sobre todo, hace falta que ese debate y las acciones posteriores no vengan cada cuatro años, cuando se acercan elecciones que es cuando el PPSOE acostumbra a abordar el tema. Nos meten el caramelo en la boca, se llenan de promesas, estudios y análisis, y al final hacen lo posible para que todo se altere sin que nada cambie. Una trampa muy estudiada que tiene sus días contados si la ciudadanía así lo quiere.

Mònica Álvaro, portavoz adjunta de Compromís en les Corts

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