Gastropolítica: la gran batalla cultural de la derecha
Una parte muy importante de la batalla política es la batalla por las ideas. Decía el pensador Antonio Gramsci que para conseguir la victoria política primero había que conseguir la victoria cultural. Así, cuando uno consigue que sus ideas pasan a ser “ideas del mundo” y sean aceptadas como cuestiones de sentido común, siembra el terreno para conseguir una futura victoria política. Es el que intenta V0X cuando dice que no son un partido de extrema derecha, sino que son “de extrema necesidad”.
Las derechas mundiales, cada vez más gramscianas, son perfectamente conscientes de la importancia de ganar la batalla de las ideas. Es por eso que construyen discursos que estigmatizan a sus adversarios de izquierdas y los etiquetan como “pijos” o como personas alejadas de los problemas del Pueblo.
Y, uno de los campos en que se juega esta batalla cultural es en el de la gastronomía. Porque, al fin y al cabo, la comida es una de las formas más sencillas de construir una identidad, de dibujar una frontera entre un “nosotros” y un “ellos”. Así, las derechas mundiales se han puesto a cocinar a fuego lento un discurso que estigmatiza a la izquierda: “izquierda caviar”, “comando salmón ahumado” o “izquierda bistec” son algunas de las expresiones que han empleado. Según ellos, existe una contradicción entre defender un mundo con menos desigualdades y disfrutar de una buena comida con la gente que aprecios.
No queremos sobrevivir: queremos vivir
Zoco de izquierdas porque tengo un compromiso muy firme con acabar con las desigualdades. Con arreglar el ascensor social. Porque no quiero un mundo que se convierta en una fábrica de pobres. Y tampoco quiero un mundo sin oportunidades para construir una vida digna. Porque creo que para ser libre, primero hay que tener oportunidades y un horizonte para construir tu futuro. Porque no quiero dejar a mis hijos un mundo que los condeno a la precariedad y los hurto sus sueños.
Me encanta almorzar, una de bravas y cerveza en el bar del pueblo y comerme un kebab a las 4 de la mañana después de salir de fiesta, como (casi) todo el mundo. Pero también me encantan las gambas rojas de Dénia, los cavas de Requena, el queso de Catí, las alcachofas de Benicarló, unos huevos estrellados con jamón ibérico y nunca digo que no a un buen vino de mi pueblo, Enguera.
La derecha pretende vender como una contradicción que estemos a favor de un mundo más justo y que nos gusto disfrutar de los placeres de la vida. Por eso, es fundamental llevar el debate a nuestro terreno y no dejarnos engañar. Al final, sabéis qué es el que los molesta? Que quienes no tenemos apellidos compuestos, es decir, los limpios de quienes trabajaban en sus fábricas podamos disfrutar de un arroz del señorito mirando en el mar en la playa del Postiguet. Los hace mucho miedo un mundo verdaderamente libre: un mundo donde dejan de sentir que tienen el control; que son los amos.
Disputemos la alegría de vivir
Todo esto tiene un trasfondo mucho más ancho. Porque… Sabéis cuál es la verdadera discusión política? Disputar la alegría de vivir, como dice Iván Redondo. Frente quienes nos quieren enfrentar al penúltimo contra el último, volamos un mundo donde nos cuidamos unas a otros, donde nunca falto un plato de putxero para la vecina que está sola. Un lugar amable donde nos podamos dar un capricho cuando nos apetezca. En definitiva, se trata de vivir en una tierra donde compartir no sea una obligación fruto de la precariedad, sino que se convierta en el acto más puro, noble y revolucionario.
Defendemos la izquierda gamba roja de Dénia. La de los almuerzos populares, pero también la de los steak tartars. La que disfruta en la bocateria del pueblo y en un restaurante japonés. En definitiva, defendemos la izquierda que no excluye sino que acoge. La que no mujer lecciones morales, sino que ofrece siempre una mano amiga y un abraç sincero. La que está llena de vida, de ganas de otro vermut al sol y de otra mañana en el mercado. La que sabe que las grandes ideas surgen cocinando a fuego lento, con todo el tiempo del mundo, a pesar de este sistema nos obligo a correr y sentirnos siempre productivos. El caviar nos pilla masa lejos: queremos ser la izquierda gamba roja de Dénia. Y con orgullo nos ponemos la medalla!