Opinión

Machistas, clasistas y cortesanos

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El próximo sábado, como cada 14 de abril, saldremos a conmemorar el Día de la República. 87 años han pasado desde la proclamación de la II República española. Tras el golpe de estado contra su gobierno legítimo y la guerra civil, vino la Dictadura franquista, la época más negra de la historia reciente de nuestro país.

Ésta practicó con mano férrea la persecución y aniquilación de todo aquel que no comulgara con el régimen, llenó de fosas comunes los cementerios y las cunetas con los republicanos que fusilaba –a quienes además robó el patrimonio–, fomentó el patriarcado, adoctrinó desde los púlpitos y desde las escuelas, impuso el nacional-catolicismo… durante más de 40 años tuvo atemorizada a la población.

Franco murió en la cama, se declaró duelo nacional y lo enterraron en su propio mausoleo. Dos días después coronaron a su sucesor, Juan Carlos I, por la gracia de Franco. Menuda “gracia” que dejara las cosas tan bien atadas; tanto, que más de 42 años después de su muerte la mayoría de los que asesinó siguen en las fosas comunes. Algunas, nada más llegar a gobernar, nos hemos puesto a abrir las fosas de la vergüenza, pero tantos años de desmemoria es lo que tienen: queda mucho por hacer.

La monarquía fue clave para que la “democracia” se construyera sobre los pilares fundamentales del franquismo, para que todo cambiara sin que nada lo hiciese, para que en este país sigan gobernando los de siempre. Y para ello era fundamental la desmemoria, hacer como si nada hubiera pasado, como si las fosas nunca hubieran existido y que vayan pasando los años sin hacer justicia a las víctimas, que los verdugos vayan muriendo de viejos dejando a sus hijos y yernos controlando el poder político y judicial. Como si en este país no se hubiera declarado la República, dado un golpe de estado, acaecido una cruenta guerra y ejercido 40 años de represión.Una monarquía que llegó con las manos vacías y que ahora cuenta con una fortuna incalculable, se ha visto salpicada por casos de corrupción, y vive la vida a cuerpo de rey –nunca mejor dicho–; cacerías, opacidad, desprecios e impunidad legal para una Jefatura de Estado que se hereda, de varón a varón, además.

Una institución caduca y obsoleta totalmente incompatible con una democracia que verdaderamente lo sea.

Esta semana hemos tenido hasta en la sopa el affaire de las fotos de las niñas con la abuela. Cuestión de estado parecía la cosa, porque la madre, dicen, no quiere que se utilice la imagen de sus hijas, la cual cosa puede tener su lógica. Pero el linchamiento público ha sido de dimensiones considerables. A mí, que se critique a los miembros de la familia Real me parece muy bien; motivos hay de sobra, empezando por la indecente cantidad de dinero que chupan de las arcas públicas, pero no, la crítica a la madre de las criaturas han sido tan rancia como la monarquía misma.

Por no ser una mujer sumisa y sometida, “¡cómo se atreve ella a decir que tienen que hacer sus hijas!”, he llegado a leer, por no ser de sangre “Real”, por haber sido criada en una familia trabajadora, por tener un abuelo taxista, por no haber dependido de nadie y hacer lo que le venía en gana…y todo ello para poner en valor a la emérita. Los elogios a esta señora demuestran el machismo, el clasismo y el cortesanismo que todavía existe. Y es que algunos ponen en valor a la mujer sumisa (aunque lo sea solo en apariencia) y dejan claro que prefieren que sigan viviendo a su costa los de siempre. Antes optan por el que les ha robado su dinero y su libertad, que por aquellas que han sido educadas por una familia trabajadora y honrada.

Yo no quiero a ninguna de las dos porque soy Republicana y no tengo reina, pero como persona y como mujer siempre respetaré más a quien se ha educado en una familia trabajadora y ha tenido una profesión sin que nadie le haya regalado nada, que a quien se ha creído con el derecho a vivir del cuento desde el momento de su nacimiento, ella y toda su parentela.

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