Más allá del deporte: El Club Ciclista Puçol vuelve al «ruedo» para reconectar con su entorno

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Como la cabra, el ciclista «tira pal monte». Y es que más allá del —no poco— ejercicio físico que implica, los amantes de la bicicleta conciben este deporte sobre ruedas como una filosofía de vida que les permite disfrutar los paisajes y el entorno. Ahora, tras varios meses de parón, los miembros del Club Ciclista Puçol se disponen a reconectar con su hábitat natural... Y lo hacen con nuevos proyectos de futuro.

El ciclismo, además de mantener la forma física como en cualquier otra disciplina deportiva, «nos permite disfrutar de paisajes formidables y apreciar de forma distinta la naturaleza que nos rodea», asegura Leandro Plaza, que preside el Club Ciclista Puçol. Durante los meses de confinamiento se han tenido que conformar con ejercicios desde casa para mantener el tono muscular. Toda una parada en boxes tanto a nivel personal como deportivo, según el responsable, que les ha servido para «tomar conciencia de cuánto nos aporta este deporte».

Eso sí: casi todos los amantes de este deporte tienen un rodillo en casa, esto es, un dispositivo donde encajar la bicicleta para poder pedalear en un sitio fijo en las épocas de lluvia, viento o mal tiempo en general. O durante el confinamiento. «Es un complemento fenomenal y ha sido nuestro mejor aliado durante la cuarentena».

Pero no sustituye al hecho de poder salir «al aire libre, en compañía de otras personas», pues la compañía y los famosos almuerzos ciclistas a mitad o al final del entrenamiento son una pieza fundamental en este deporte.

Ahora por fin pueden volver al ruedo y continuar persiguiendo su objetivo: promover el uso y disfrute de la bicicleta tanto de montaña como de carretera entre los vecinos de Puçol, apunta Plaza, que fue nombrado presidente en octubre de 2008 y, desde entonces, trabaja —junto con el resto de la directiva— para mantener con vida el club.

Y no les va nada mal. Hoy en día tienen 80 socios de todas las edades. «El más mayor tiene 80 años». Como todos los clubs, lo largo del tiempo han experimentado algunas bajadas, pero también crecidas, como la del año 1991, cuando alcanzaron los 124 inscritos.

Pese a ser un grupo grande y heterogéneo, los socios aseguran que existe un buen ambiente de compañerismo y amistad. «El éxito reside en el respeto y amor por este deporte». Tanto de aquellos que entrenan mucho y, por tanto, se mantienen a un alto nivel, como quienes entrenan menos y se toman la bicicleta con otra filosofía.

Y aunque todos los años llegan nuevos socios y algunos se van, existe un «sólido bloque que permanece desde hace tiempo, algunos, desde la inauguración del club» en el año 1983, de la mano de Francisco Miguel Ferrer, su primer presidente.

Actualmente mantienen una rutina de dos entrenamientos semanales, los sábados y domingos, tanto por montaña como por carretera. La dificultad y duración de las rutas varía según la época del año. Y es que el ciclismo es un deporte para madrugadores. «En invierno solemos salir a las 8:30 horas, y progresivamente, con la llegada del buen tiempo, se adelantan hasta las 7:00 horas, para aprovechar al máximo las horas de sol».

Además de los entrenamientos entre semana que realizan algunos grupos reducidos en función del horario disponible de cada socio. Y a todo esto se suman las dos excursiones anuales a lugares de interés de la Comunidad Valenciana. «Intentamos hacer partícipes a las familias de los socios y disfrutar de rutas diferentes a las que estamos acostumbrados», comenta Plaza.

Un club social... Y competitivo

El confinamiento ha pasado factura a todos los amantes de la bicicleta. Pero especialmente a quienes tenían previsto competir o participar en marchas. Por ejemplo, las marchas de montaña Matahombres y Camp de Morvedre, o las carreras Máster y Sociales, en las que solía participar José Ramón López Montoro, «que además en los últimos años ha cosechado muy buenos resultados».Los Siete Picos, Gúdar, Ayora, la Indurain, la Perico o la Quebrantahuesos son algunas de las favoritas por los ciclistas locales. En esta última, muy reconocida a nivel internacional, cada año acuden entre 10 y 20 socios del Club Ciclista Puçol. O como la marcha Ciudad de Valencia, que en 2017 les dio el premio al club ciclista con mayor participación.

Prácticamente todo ha quedado cancelado, «por lo que aprovecharemos estos próximos meses para no perder la forma y estar preparados de cara a la próxima temporada», asegura Leandro Plaza: «Seguramente en septiembre u octubre la mayoría habremos alcanzado las condiciones físicas que solemos tener durante esa época del año».

Y además lo hacen con la ilusión de retomar las carreras por categorías que en los años 90 discurrían en el término municipal de Puçol. «Es una manera de fomentar la pasión por este deporte entre los más jóvenes», apunta el presidente del club.

Mientras tanto, la desescalada le ha dado luz verde para volver a socializar y apreciar entorno. Una bonita —y respetuosa— manera de conectar con el mundo que nos rodea y, en definitiva, disfrutar de una afición que va más allá del deporte.

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