Hola amiguitos! Hoy os contaré una historia muy especial que muestra que los sueños se consiguen si eras constante...
Hace mucho tiempo existió un pueblo con casas de madera y calles de piedra, donde vivían felices muchísimos gatos. Durante el día, acompañaban a sus amos que les daban de comer, y por la noche iban saltando de tejado en tejado.
Había gatos de todos los tamaños y de las razas más extrañas, pero entre todos ellos Fígaro era especial. Fígaro era un gato de pelaje muy blanco, ojos negros y grandes bigotes. Mientras los otros felinos perseguían a los ratones, él prefería contemplar la luna. Pasaba largas horas observándola, viendo como su reflejo plateado bañaba todo el pueblo.
"Te quedarás loco de tanto mirarla" –se burlaban los otros gatos.
Pero a Fígaro eso no le importaba. Aquella misteriosa y distante luna redonda lo hacía soñar. Soñaba con abrazarla y con quedarse a vivir con ella.
Solo su amiga Calipso se preocupaba por él:
"¿Por qué no te olvidas de la luna y vienes a jugar con nosotros?"
Pero Fígaro solo le respondía: "Pero, ¿No ves que bella es la luna? Hoy está más brillante y grande que nunca, pero también más lejos. ¿Podremos algún día llegar hasta donde está?"
Un buen día los gatos dejaron de hacerle caso e incluso Calipso se cansó de escucharle suspirar. Hasta que un día, Fígaro desapareció de aquel pueblo y nadie fue capaz de encontrarle.
"Se ha ido a perseguir sus sueños. ¿Habrá conseguido la luna?", decía su amiga Calipso.
Bien es verdad que en las noches de luna llena, si la miras con detenimiento, entre algunas de sus manchas oscuras se distinguen unos bigotes alargados. Y hay quienes dicen que incluso han visto una forma de gato. Pero no todos lo pueden ver, solo aquellos que tienen alma de soñadores.