La música: la melodía que modula el cerebro

La autodisciplina, el aumento de la memoria y el alto rendimiento académico son algunos de los beneficios que la música aporta a la juventud

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El trombón, las partituras, los ensayos, las clases individuales y las caminatas del instituto a casa y de casa hacia el conservatorio se han convertido en su rutina. Pau Hernández es de los muchos jóvenes que hoy dedica cerca de 30 horas a la semana a la música y prepara con gran esfuerzo el último curso del Grado Medio para iniciar el Superior y dar el salto hacia el mundo de la música profesional, una carrera de fondo que inició a los 7 años.

Su historia empezó con el violín, pero la motivación para salir a la calle con un grupo de músicos y de animar en el pueblo durante las fiestas le condujo a escoger el trombón de varas como su fiel compañero y acompañante para llegar a su sueño. Con 7 años se apuntó a la Unió Musical de Catarroja y ahora, a punto de cumplir 17, continúa siendo su segunda casa.

“Los mejores momentos musicales de mi vida los he vivido en esta banda porque es donde más he vivido la música”, cuenta mientras observa la pizarra de pentagrama que hay en la pared de una de las aulas. Y es que, como cuenta, lo que más le gusta es trabajar en grupo y sentir que todos forman la tripulación de un barco y que “hacen unión” cuando ensayan o hacen un concierto.

De momento no sabe a qué especialidad dedicarse, pero lo que tiene claro es que todos los días cuentan y que tiene que superarse a si mismo para que las horas dedicadas y el esfuerzo de sus padres tengan la mejor recompensa: encontrar un lugar en el mundo de la música donde pueda superarse con cada oportunidad.

“Sin música, la vida sería un error” (Friedrich Nietzsche)

La escuela fue el primer lugar donde entró en contacto con esta disciplina artística, que se implantó en los colegios con la incorporación de la Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE) en 1990. Un área que conoce especialmente Inés Marín, maestra de 400 alumnos de entre 3 y 12 años del colegio público Villar Palasí de Burjassot.

Afortunadamente, como dice Marín, tiene una aula propia donde cada rincón conduce a querer la música, puesto que su objetivo es “que se lo pasen bien y que aprendan haciendo música y la quieran y respeten”. En la puerta se puede leer un gran cartel que invita, “Hagamos música”; en una de las paredes, Nietzsche habla desde el pasado para decir que “sin música, la vida sería un error”; y en la otra, las notas de una escalera de Do Mayor indican las normas de comportamiento.

“Yo pienso que si transmito mi aprecio e ilusión por la música, ellos también lo harán poco a poco. Es como una semilla que riegas todos los días y que después florece”. Una evolución que ve, por ejemplo, en el festival de Navidad, una de las actividades que más le gusta porque “es todo un orgullo ver a los niños y niñas cantando y haciendo música ante el resto de compañeros y comprobar cómo crecen en los nueve años que pasamos juntos”.

 

Las diversas reformas educativas han afectado directamente a la música con una reducción de las horas y de la obligatoriedad

A pesar de esto, añade que “es incoherente que esté en todas las fiestas y en todas partes y no se trabaje dignamente en la escuela, y más aquí, donde la música es muy nuestra”. Sólo dispone de una hora de clase a la semana, comparte la nota con Educación Plástica y no recupera las sesiones que pierde por los puentes, excursiones o fiestas. “Muchas veces los niños me dicen que ‘ya hace tiempo que no hacemos música!’ o se quejan porque ‘sólo con una clase de una hora no hacemos casi nada!’, entonces veo que ellos se dan cuenta de la importancia que merece y me siento feliz”.

El hecho que más preocupa a personas como Inés o a cualquier profesional o amante de la música es, precisamente, la situación a que se enfrenta. Las diversas reformas educativas han atacado directamente a esta materia con una reducción de las horas y de la obligatoriedad y su supervivencia a las aulas es hoy, un hecho dudoso, aunque es una de las materias que más disfrutan los niños y niñas y que más contribuye a su desarrollo cerebral.

Este debate también toca de cerca a los musicólogos como Rosa Isusi, profesora de Didáctica de la Música en la Facultad de Magisterio de la Universitat de València (UV) e investigadora, quien considera que “es necesario formar personas creativas que sean capaces de hacer cosas nuevas y aumentar el conocimiento” y que esto se consigue con la práctica de disciplinas artísticas como la música, “que va en la esencia del ser humano”.

Para Isusi lo más adecuado sería tener una distribución más equitativa de las materias en los colegios e institutos, al contrario que se hace actualmente con asignaturas como Educación Musical o Plástica. “Se ha atacado a la música porque los políticos no saben las ventajas de estudiarla y no todo el mundo tiene que hacerlo fuera de la escuela. Tendrían que plantearse si les interesa tener personas más inteligentes o no”, reclama.

¿Sabías que la música son matemáticas o lengua?

Según Judith Akoschky, Andrea Giráldez, Pep Alsina y Maravillas Díaz en el libro La música en la escuela infantil (0-6 años), entre los beneficios destacan la autodisciplina, la paciencia, la sensibilidad, la coordinación, el trabajo en equipo, la capacidad de memoria y la concentración, todos ellos demostrados científicamente. Es decir, “la música proporciona más y mejores oportunidades de desarrollo integral para las personas”, dice Isusi.

En este sentido, la musicóloga e investigadora pone de relieve el papel que tiene a la hora de conectar ideas y, sobre todo, la mejora en el rendimiento académico: “Los chavales que estudian en escuelas de música o conservatorios muchas veces tienen mejor rendimiento en el colegio o en el instituto porque su cerebro está más activo y desarrollado, incluso teniendo menos tiempo para trabajar en casa que otros”.

En cuanto a la maestra de Infantil y Primaria, explica que “la música son mates porque con una canción se trabajan ritmos; es lengua porque puedes cantar en cualquier idioma; es cultura porque conocemos varios estilos musicales y compositores; es motricidad fina y coordinación oculo-dedos cuando tocas un instrumento; también vocabulario específico e incluso geografía o sociales cuando trabajamos música otros países y los colocamos en el mapa o conocemos cómo son”.

Marín, que ve la evolución de su alumnado año tras año y que conoce de primera mano todos estos beneficios, añade que, con todo, en la Educación Musical no se pretende “hacer músicos”, porque se hacen en las escuelas de música o en los conservatorios. “Lo que queremos es sensibilizar al alumnado en la música, darles unas nociones básicas y unas pinceladas de los principales compositores, las notas musicales y figuras rítmicas básicas para que sean capaces de leer una partitura, cantar, hacer una audición, tocar un instrumento o que bailen a través del juego”.

 

Rosa Isusi: "Los jóvenes que estudian en escuelas de música o en conservatorios tienen mejor rendimiento académico porque su cerebro está más desarrollado"

Además, la compañera de Pau en la banda, explica que si ve que alguien destaca o se esfuerza para hacerlo bien, recomienda a los padres que lo apunten a música fuera de la escuela “si se lo pueden permitir”, puesto que aunque hay conservatorios públicos, no todo el mundo puede pagar el instrumento o el material. Rosa Isusi, por su parte, pide que se deje de atacar a la música porque, precisamente, “no necesariamente se tendría que hacer fuera de las aulas”.

Según Teresa González Portillo, violista y comunicadora audiovisual del blog Gran Pausa, los instrumentos para el Grado Elemental pueden costar una media de 400 euros; 2.300 en el caso del Grado Medio y los del Grado Superior pueden costar 8.250 euros de media. Precios orientativos que se triplican cuando los músicos se convierten en profesionales y que, por lo tanto, obligan a los familiares y a los mismos músicos a hacer un esfuerzo extra para poder tener su medio de expresión.

Desde la Federación de Sociedades Musicales de la Comunidad Valenciana (FSMCV), el presidente Pedro Rodríguez asegura que el objetivo de esta entidad es conseguir ayudar económicamente a familias económicamente a través de becas como las que otorga junto con Bankia y el Institut Valencià de Cultura (IVC). Un presupuesto de 300.000 euros para el alumnado de la red de escuelas de sociedades musicales de la Comunidad Valenciana que se inserta en el programa “Bankia Escolta València” y que puede cubrir hasta el 90% de la matrícula y las asignaturas, con un máximo de 500 euros por becado.

 

Teresa González calcula que los instrumentos pueden costar entre 400 y 8.250 euros de media, precios orientativos que se triplican para los músicos profesionales

Así, Jaume Casas, director corporativo de la territorial de Bankia en València y Castelló, considera que “esta quinta convocatoria refleja el compromiso con la formación de los jóvenes y con la música”, puesto que hasta el momento, 3.700 alumnos se han beneficiado de esta ayuda. Para Marga Landete, directora adjunta de Música y Cultura Popular de l’IVC, son claves para garantizar una continuidad del estudio con calidad, una idea que comparte Rodríguez para añadir que “es necesario impulsar el que puede ser considerado nuestro patrimonio cultural más importante”.

La búsqueda de la perfección

Este fue el camino que tomó Pau: el estudio de la música fuera de la escuela, como algunos de sus mejores amigos. Con siete años, empezó a estudiar el Grado Elemental en la Sociedad Unión Musical de Catarroja y con once, y después de duros meses de preparación, obtuvo plaza de trombón para cursar el Grado Medio en el Conservatorio Profesional José Manuel Izquierdo de Catarroja.

Desde entonces, ha tenido que compaginar el instituto con los seis cursos del conservatorio y su día a día se ha marcado por la orden, la autodisciplina y la eficacia en cada cosa que quiere conseguir. Ahora mismo cursa 2º de bachillerato musical en el IES Berenguer Dalmau y 6º en el conservatorio, donde recibe clase de instrumento, composición, análisis, historia y sesiones en conjunto de banda, Big Band, música de cámara, orquesta o coro.

Aprovecha las horas libres en el instituto para ir a casa y tocar el trombón; por la tarde vuelve a preparar sus lecciones de instrumento y asiste a las clases del conservatorio, un total de nueve horas por semana a las que tiene que sumar las que necesita para las asignaturas de bachillerato y, naturalmente, a las musicales. Sin embargo, “la competitividad de la música te acostumbra a estudiar rápidamente, pero sobre todo bien”, asegura.

“Estamos entrenados en la búsqueda de la perfección porque para estar dentro tienes que ser el mejor. La gente sólo ve el resultado, que es precioso y hace que nos enamoramos de la música, pero no ve todo el que hay detrás y no lo valora tanto”, expresa. Más tarde, añade que esta “es un poco esclava porque sí o sí te exige dedicar tiempo en casa aparte de las horas del conservatorio”, pero convive con esta forma de trabajo desde pequeño.

En este sentido, destaca que es cierto que no necesita trabajar demasiadas horas las asignaturas del instituto porque esta falta de tiempo le obliga a ser eficaz y evitar distracciones. Se configura, así, como un ejemplo de rendimiento académico brillante, de buena concentración, capacidad de memoria y de autodisciplina, puesto que para él es fundamental sacar notas altas en el conservatorio que, al fin y al cabo, le abrirá las puertas hacia su sueño.

Sin embargo, la parte que más le gusta de la música es la de compartirla con otros compañeros y compañeras en las clases grupals y sobre todo, en su banda, ya que “normalmente está formada por gente de varias generaciones que se dedica profesionalmente a la música o que la tiene como hobbie”. “Me gusta porque compartimos grandes momentos pero también un objetivo puramente musical y vamos todos a una”, expresa.

 

Pau Hernández: "La competitividad de la música te acostumbra a estudiar rápido, pero sobre todo bien"

En esta línea también se manifiesta el presidente de la FSMCV: “Lo que les queda claro a los músicos desde jóvenes es que son necesarios en un grupo, pero no imprescindibles, y que si quieren una recompensa tienen que trabajar”. Además, añade que “la intergeneracionalidad enriquece mucho, sobre todo a los más jóvenes” y que este aspecto educativo, cultural, artístico y lúdico “diferencia la música de cualquier otra actividad”.

Por otro lado, Rodríguez, que conoce de primera mano la diversidad de escuelas y centros educativos musicales de la Comunidad Valenciana, asegura que se puede presumir “de tener una red de más de 600 centros, probablemente la más grande de España”, formada por personas de todas las clases sociales, razas y edades. “Han evolucionado mucho, son integradoras y sin duda este sistema genera talento joven porque desde niños los músicos valencianos maman del esfuerzo y el compromiso que requiere la música”.

El papel de los padres: un apoyo necesario

La música, al final, se transforma en una canción, en un concierto, en una banda sonora de película o en un himno que une a todo el que el que la escucha o la interpreta. Pero más allá de esos atriles con partituras, de esos instrumentos y de los intérpretes que los hacen sonar, hay un motor que los conduce hasta el escenario: la lucha constante de los padres.

Quien conoce de primera mano esta realidad es otra de las compañeras del joven, la trompista Amparo Nogués. Su hija Noelia, que estudia el 3er curso del Grado Superior en el Conservatorio Superior de Música Salvador Seguí de Castelló con la flauta travessera, tenía muy claro desde pequeña que quería ser música y dedicarse profesionalmente a este mundo y siempre ha recibido la fuerza de su familia.

“Ayudarla. Ayudarla en todo lo que haga falta”. Estas son las palabras que más repite Amparo para hablar de su hija, que ahora vive además de 90 kilómetros de casa para estudiar y vuelve los fines de semana para trabajar como maestra de flauta en la escuela de música de la Unión Musical de Catarroja. “Todo lo que gana se lo guarda para hacer cursos de verano o ver conciertos de orquestas o músicos a los cuales admira. De hecho, a veces me regala entradas porque le encanta, aunque son bastante caras”, cuenta.

Y es que, para ella y para su marido, que es trompetista, no todas las familias pueden garantizar a sus hijos que sean profesionales. “Nosotros no nos vamos de cenar ni de viajes y no tenemos ningún capricho porque sus estudios son muy caros. Si sumamos el piso de Castelló, el transporte, el dinero para comer y cenar, las masterclass y, por supuesto, el instrumento, puede salir mucho más caro que una carrera universitaria”. “Además, invertimos todo el tiempo que podemos a acompañarla y a facilitarle ir a ensayar donde sea”, añade.

 

Los padres hacen verdaderos esfuerzos económicos y de tiempo para que sus hijos puedan dedicarse a la música de forma profesional

A pesar de todo, para ellos todo el esfuerzo personal y de su hija vale la pena. “El año pasado el pianista acompañante de su conservatorio le dijo que pensaba que estaba en cuarto porque tocó una obra muy compleja y de memoria, y en realidad estaba en segundo”, explica Amparo. Su marido, además, lamenta que saben que pronto se irá al extranjero para seguir estudiando “pero es su sueño y trabajará en lo que le gusta” y están felices por ello.

A Noelia sólo le quedan dos años para despegar en su carrera profesional y Pau hace los últimos esfuerzos para acabar el Grado Mediano con su trombón. Dos historias de pasión y de esfuerzo diario para hacerse un hueco en el mundo de la música en un momento complicado donde, como dice el mismo Pau, su deber es demostrar a las personas que la música es fundamental y “una arma pacífica para mejorar la sociedad en la que vivimos”.

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