El origen de los buñuelos de calabaza va totalmente relacionado con el propio origen de las fallas, cuando, ya por el siglo XVIII, el gremio de carpinteros de la ciudad sacaba sus muebles viejos y sobrantes de madera de todo el año a la calle para quemarlos la noche víspera al día de San José, su patrón. En ese entonces, también es cuando surge el origen de los buñuelos.
Con la fiesta ya algo arraigada, las mujeres de los carpinteros decidieron llenar de sabor esas primitivas fallas sacando grandes bidones de hierro y haciendo buñuelos de viento para los presentes. Aquellos buñuelos seguían una antigua receta romana y eran muy populares desde hacía siglos por su rico sabor, su agradable textura y, sobre todo, su poco coste, ya que se basaba en una masa de harina, sal, agua y levadura que se freía en aceite.
Esos buñuelos de viento eran la antesala de los buñuelos de calabaza actuales y, los mismos, no se tomaban todavía con chocolate caliente, en su lugar, los habitantes de la València del siglo XVIII y XIX solían tomarlos con anís o aguardiente. No se sabe en que momento exacto se suma la calabaza a la receta, pero sí que se inventó con las fallas de València y que la hortaliza dotaba de un sabor dulzón a la receta original. Además, también tenía sus motivos prácticos, ya que se trataba de un producto de l’Horta que, aunque se cosecha por noviembre, aguanta con facilidad durante unos cuantos meses.
Los bidones de hierro, donde las mujeres freían esos buñuelos al lado de aquellas fallas primitivas, han sido sustituidos por grandes puestos y sus cocinas de butano, donde hacen estos típicos postres junto a chocolate caliente. Ya no solo encontramos los buñuelos de calabaza, ahora podemos probar nuevas variaciones de gran sabor como buñuelos de higo o de naranja. Los tiempos han cambiado y podemos disfrutar de este dulce de nuevas formas, aun así, los clásicos buñuelos de calabaza forman parte de la identidad de estas fiestas, transportándonos a su origen y llenándonos el paladar con auténtico sabor a fallas.