El pasado de Nani o cómo escapar del destino

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Esta temporada fue anunciado como el gran fichaje blanquinegro. Cuando aún no terminaba la Euro 2016 que ganó con Portugal, Luis Carlos Almeida da Cunha, Nani, ya era parte de la plantilla del Valencia.

El nombre del portugués siempre se ha ligado a grandes equipos europeos y reconocidos jugadores (compartió equipo con Cristiano Ronaldo en el Manchester United), razón por la cual las expectativas sobre su desempeño son bastante altas. Después de un inicio más bien discreto en la Liga, la figura del extremo se ha engrandecido, convirtiéndose en uno de los protagonistas de la cancha con su experiencia y velocidad por las bandas. Contra el Leganés marcó su primer gol. “Tenía muchas ganas de jugar en España y la oportunidad me ha llegado en el mejor momento de mi vida”, declaró a FIFA.com antes de que empezara esta temporada.

NaniPero antes de pasar por el Sporting de Lisboa o el United, Nani tuvo que superar muchos obstáculos. El futbolista nació en 1986 en Praia, la capital de Cabo Verde, una de las islas que Portugal colonizó en el siglo XV. Se convirtió en el menor de nueve hermanos. Tiempo después de su nacimiento, sus padres decidieron emigrar a Portugal al considerar la ventaja de la relación lingüística de ambos países. Los suburbios de Amadora fueron el lugar elegido, un hábitat en el que se rodeó de amigos que nunca salieron del círculo vicioso de la violencia y la droga.

Cuando tenía cinco años, su padre volvió a Cabo Verde. Nunca más regresó. Su madre siguió el mismo camino cuando tenía doce y partió a Holanda. Nani llevaba poquísimos años en este mundo y tuvo que resignarse a vivir sin la protección de sus padres. Por suerte, su tía se hizo cargo. Desde ese momento comenzó una vida de traumas y adversidades.

Su reacción a los problemas fue el baile y el esfuerzo. Se cambió al barrio de Santa Filomena y comenzó a incursionar en la capoeira, probablemente el antecedente físico a su amor por el deporte. Así, al tiempo que trabajaba como peón de construcción, practicaba todo el día en las calles y las canchas del barrio junto a su hermano mayor, quien jugaba en el Real Sport Clube Massama y se convirtió, sin esperarlo, en el responsable de carrera. Lo llevó para que se probara y consiguió entrar.

Desde ahí su vida se disparó. El club le dio los medios, tarjetas de identidad y pasaporte. Él solamente se dedicó a entrenar sin dejar de trabajar como peón. Con frecuencia, algunos miembros del club lo invitaban a dormir bajo su techo. Se ganó el apoyo y el cariño que había perdido cuando niño; vivía experiencias que se le habían negado.

Pasó el tiempo y Nani comenzó a entrenar en equipos grandes como el Benfica y el Sporting de Lisboa. Cuando este último lo invitó a participar en el primer equipo, rozaba los 17 años. Era un sueño: en ese club brilló Luis Figo, su ídolo. En 2007 ya había jugado en fase previa de Champions y conseguido el reconocimiento al mejor jugador del mes de la Primeira Liga.

En 2014 tenía un estilo definido de tomar el balón y buscar el área. Así, uno de los mejores entrenadores del mundo —que en 2013 dejó al Manchester United luego de 27 años — empezó a fijarse en él. Bastó confirmar que el chico tenía ganas y capacidad de adaptación para que el mítico Sir Alex Ferguson se lo llevara al equipo Red.Nani

Desde Old Trafford la figura del veloz jugador de la Premier League, otrora bailarín aficionado de capoeira, se proyectó al mundo del fútbol. Hoy, son muy pocos los que muestran indiferencia al escuchar su nombre. Quizás sea esa la razón por la que su presentación en el Mestalla se llenó de fanáticos que, entusiasmados con el fichaje, le dieron una calurosa bienvenida.

Hace poco, el portugués declaró a FIFA.com que le gustaría explicar a su hijo que la vida no es fácil, usando como ejemplo sus propios orígenes: sus primeros años en Cabo Verde, el resurgimiento en los barrios bajos de Lisboa, el trabajo duro y el sinuoso camino para ser un futbolista profesional. Hasta ahora una cosa queda clara: la historia vital del nuevo futbolista che no quedará en el olvido.

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