El Levante gana al Eibar (2-1)

Guardar

Rugía con fuerza la grada del Ciutat de València excitada cuando Iglesias Villanueva decretó la conclusión del duelo entre el Levante y el Eibar. El choque en cuestión aparecía subrayado en rojo en la agenda del levantinismo. Era una confrontación con enjundia y con calado por la altura y la profundidad que adquiría. Era un partido para confirmar la capacidad de reacción de un grupo que ofreció síntomas de redención tras la victoria conquistada en Getafe hace apenas seis días en el estreno de Paco López en el banquillo granota. No obstante, todo lo que aconteciera durante los noventa minutos tendría trascendencia allende los muros del feudo de Orriols. En ese sentido, el Levante envió un mensaje dirigido al resto de sus competidores en el desafío que significa abastar la permanencia en una batalla a cuatro bandas. La idea que redunda tras doblegar al Eibar es diáfana; la escuadra azulgrana se aferra a la vida. No hay titubeos. Ni vaivenes en sus manifestaciones sobre el verde en sus dos últimas apariciones. Dos victorias entrelazadas que rearman la moral de un grupo ajado. El colectivo blaugrana depende en exclusiva de sus propias prestaciones para garantizar su estancia en el universo de la elite. El hecho no es baladí cuando la competición afronta la cuenta atrás que establecen los diez últimos combates. De momento aleja a sus perseguidores más inmediatos.

El partido frente al Eibar estuvo repleto de noticias positivas. El Levante volvió a licenciarse en el Ciutat de València. Esa condición parecía esquiva desde que claudicara la Real Sociedad. El tiempo distancia los sucesos de aquel enfrentamiento que despedía el verano. Pasó el otoño y ya marchita un invierno de raíz devastadora. Y por el horizonte se anuncia el advenimiento de la primavera. El Levante cerró un ciclo funesto como casero ante la entidad eibarresa. Lo hizo en el estreno de Paco López en territorio granota. El aterrizaje del preparador valenciano está marcado por la convulsión y por el estremecimiento. Ninguno de sus predecesores en el cargo, en el ecosistema de la máxima categoría, fue capaz de certificar un desembarco de semejantes características. Paco López marcha con las alas desplegadas en su estreno en LaLiga Santander. Dos partidos solucionados con sendos triunfos encadenados con efectos liberalizantes sobre la conciencia de un plantel herido. Y Roger y Boateng reivindicaron con goles relevantes la configuración del ataque del Levante, en entredicho durante buena parte del actual trayecto liguero.

Dos chispazos letales de los delanteros azulgranas acabaron con las aspiraciones de un equipo que juega a corazón abierto cuando se instala sobre el verde. No hay subterfugios en el Eibar. No es un bloque de falsos augurios. En realidad, todo es lo que parece. El equipo de Ipurua se manifiesta con la misma claridad con la que se expresa su entrenador. La incindencia del preparador vasco en el proceso de construcción de la identidad del Eibar es absoluta. Es un bloque gestado a su imagen y semejanza. El Pistolero desenfundó tras una colada de Morales por la banda derecha. Buscó Coke a Lerma en el nacimiento de la acció. El mediocentro colombiano prolongó sobre su derecha. El Comandante se asoció con Roger. El balón se deslizó sobre el verde como reclamael técnico local.

El gol revela la propuesta de Paco López. Su ideario trata de conjugar el equilibrio con el vértigo en los metros finales. El término atrevimiento cotiza al alza en su hoja de ruta. Y no es una simple pose. La alineación inicial dispuesta esconde una proposición que acentúa la vertiente más atacante del juego. Es una declaración de intenciones con dos delanteros natos que tratan de amalgamar, Roger y Pazzini, y dos futbolistas rebeldes por las bandas, en alusión a Morales y a Ivi. Hay una querencia ofensiva en ese principio que defiende con hechos. Ese pensamiento tiene su traslación al verde. La idea cala en la mente de unos jugadores que aceptan el cuerpo a cuerpo ante su adversario. El Pistolero gritó el gol con rabia. Agitó sus pistolas al viento y apeló al escudo del Levante. Incautado por una lesión de larga duración dio rienda suelta a sus sentimientos y a sus emociones. Boateng le secundó en la reanudación. La trascendencia de la diana del africano fue que rasgó el empate que había conseguido Charles. Boateng cambió la dirección del partido en un minuto repleto de pasión.

Los goles cambiaron el paisaje de un partido que parecía controlar el Eibar. La escuadra vasca se manifiesta sobre el campo a partir de una intensidad supina. Es posiblemente uno de los equipos más intensos del universo de la categoría y uno de los que más centros propone. Su juego es ágil y vivaz. El bloque se comporta como un martillo pilón en su ejecución con una propensión a maximizar los costados. Valiente por convicción e ideología, acepta vivir al límite de la acción. Puede claudicar a la contra porque convive con el riesgo sin pestañear, pero nunca se retracta de sus convicciones. El gol de Boateng presagió un final dramático. El Eibar redobló esfuerzos en pos de un empate que acarició en la postrera acción tras una cesión de Róber Pier que paralizó el corazón de los seguidores locales.

 

Ficha técnica:

Levante UD: Oier; Coke, Cabaco, Róber, Luna (Pedro López, 55'); Morales, Campaña (Lukic, 45'), Lerma, Ivi; Pazzini (Boateng, 60'), Roger.

SD Eibar: Dmitrovic; Capa, Ramis, Arbilla, Cote (Juncà, 73'); Escalante (Charles, 58'), Dani García, Jordán; Alejo (Inui, 58'), Kike, León.

Árbitro: Iglesias Villanueva (Galicia). TA: Cabaco (17'), Roger (34'), Lerma (61'), Lukic (92') / Dani García (33'), Arbilla (95')

Goles: 1-0 M 25 Roger. 1-1 M 64 Charles. 2-1 M 65 Boateng.

Archivado en:

Destacados