Opinión

El cuento de los úteros de alquiler

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Este verano he aprovechado para leer algunos de los libros que tenía pendientes y disfrutar viendo películas y alguna seriede la que esperaba nueva temporada. Pero la mayor sorpresa estival en cuanto a visionados audiovisuales ha sido la serie “El cuento de la Criada”, basada en la distopía escrita por Margaret Atwood en los años 80. Y aviso, voy a hacer un poquito de spoiler. Describe un futuro donde las mujeres han perdido todos sus derechos, no pueden trabajar, ni tampoco tener propiedadesy, sin querer entrar más a desvelar la serie, solamente resaltaré que en una realidad donde la fertilidad está en niveles muy reducidos, las mujeres fértiles (llamadas criadas, aunque es una traducción errónea, realmente sería doncellas)son cedidas a las parejas poderosas con el único cometido de procrear para ellos, se realiza en una ceremonia mensual donde la doncella es violada siendo considerada como una vasija entre el matrimonio propietario. Cuando nacen los bebés les son arrebatados a las madres.

La situación de estas mujeres en la ficción es espeluznante. Pero lo que aún lo es más, es saber que de una manera u otra esta ficción no es tan lejana a muchas realidades pasadas y presentes.

Con la supresión de los derechos de las mujeres que se produce en la serie de un día para otra recordé que algo similar les pasó a nuestras abuelas cuando perdieron la guerra civil tras el golpe de Estado contra el gobierno de la República. Dejaron de tener derechos. Solo podían desempeñar determinados trabajos y con el permiso del padre o del marido, y desde luego no podían disponer de su propio patrimonio. Después recordé a las republicanas a las que les robaron sus bebes en las cárceles. Recordé también a María Pérez la Cruz, conocida como La Jabalina, anarquista, que fue violada y tras quedar embarazada esperaron a que diera a luz a su hija para fusilarla y quedarse con el bebé. Su hija nunca supo quién era su madre. No parece muy diferente de la historia de “El cuento de la criada”. Desgraciadamente no fue un caso aislado.

Y me hizo pensar en un tema un poco más actual, los úteros de alquiler, llamémoslo por su nombre, lo de maternidad subrogada es un eufemismo. Es increíble cómo se trabaja desde distintos lobbies para lograr una opinión favorable a su legalización. Hace poco leí un artículo de Lydia Cacho donde explicaba que la industria se había iniciado en 1970 en EEUU y había dado resultados millonarios desde el principio y que en algunos países dicha práctica ha conllevado la trata de personas.

Habrá quien se escandalizará por comparar la situación de las doncellas con las mujeres cuyos úteros van a alquilar “libremente”. Pero la libertad de elección significa que realmente tienes otras opciones. La libertad no es real cuando no se tienen cubiertas las necesidades básicas. En un mundo donde cada vez hay más personas que no tienen garantizadas las condiciones mínimas para vivir, frente a una minoría que va acumulando toda la riqueza, legalizar que una mujer pueda alquilar su útero es poco menos que legalizar el alquiler de las mujeres que al firmar un contrato pierden todo derecho sobre su cuerpo durante nueve meses.

Empresas ansiosas de encontrar nuevos yacimientos de riqueza, personas adineradas que quieren comprarse bebés y un país con cada vez más personas en situación de extrema necesidad forman el triángulo necesario para los vientres de alquiler. Con una población con las necesidades básicas cubiertas no habría posibilidad de montar el negocio, no existirían mujeres dispuestas a ser incubadoras de personas pudientes. No es casual que exista la legalización de los úteros de alquiler solamente en países con grandes desigualdades sociales.

Da miedo ver como la realidad muchas veces supera la ficción.

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