A pesar de que el Valencia sufrió las circunstancias, es decir, las bajas de los elementos más importantes del centro del campo (Parejo, Enzo), el partido contra el Eibar en Mestalla fue una continuidad del comportamiento deportivo en Las Palmas.
En Canarias el equipo no jugó mucho mejor que el sábado en casa. Medrán hubo de entrar en el centro del campo, pero también Mario Suárez, que con seguridad hizo su peor partido contra el equipo de Mendilibar. El centro del campo fue todo menos un motor para la zona de arriba.
En la delantera, Zaza no recibió ninguna pelota y las que tenía las perdía al pararlas con el pecho en un movimiento inverosímil y muchas veces inútil. Al mismo tiempo, Santi Mina, como contra el conjunto de Setién, desapareció completamente, mientras Orellana y Bakkali ingresaban en el segundo tiempo para hacer algo, cualquier cosa, lo que fuera.
Si bien las tarjetas han sido una de las principales causas del nuevo-novísimo mal momento que vive actualmente el Valencia, no se puede culpar absolutamente a la mala fortuna. La disposición de Munir contra Las Palmas propició la tarjeta roja, algo por lo que pidió disculpas pero que no hizo desaparecer las consecuencias.
Más allá de los asuntos meramente futbolísticos, el equipo claramente ha bajado su nivel. De una u otra forma, el 0-4 en Mestalla contra el Eibar significa uno de los argumentos más serios para empezar a temer, si es que el miedo necesita retórica.
Sin ser muy tajantes, se puede extraer la conclusión de que el efecto Voro ha desaparecido entre el sufrimiento de los goles encajados y las desconcentraciones de un equipo que se parece en esto al de Prandelli y Ayestarán.
Las cosas se complican con la zona roja más cerca que en ese golpe de ánimo que vivió el equipo hace un par de semanas. Ahora, a esperar el partido contra el Betis para ver qué pasará con el equipo de Voro.