Escolares de 5º de primaria de los CEIP Virgen del Rosario de Torrent y Teodoro Llorente de València han sido pioneros en formar parte de la ambiciosa actividad Naturalización de las aulas promovida por Caixa Popular y Fundación BIOPARC y que supone una nueva manera de abordar el aprendizaje sobre la necesidad de proteger los hábitats amenazados y las especies en peligro de extinción. Guiados en todo el proceso por los equipos de Cuidado Animal y de Educación de BIOPARC Valencia han tenido la oportunidad de atender y observar el crecimiento de varios ejemplares de gallipatos en su “hogar provisional”, un completo acuaterrario instalado en sus colegios.
Con la imprescindible ayuda del personal docente se han hecho responsables del cuidado diario los animales, de su alimentación y máximo bienestar asegurándose de mantener el acuaterrario en condiciones óptimas con la calidad del agua y temperatura adecuadas en todo momento. De esta forma han podido observar el desarrollo y la metamorfosis de los gallipatos, incluyendo la pérdida de branquias, además de ampliar el conocimiento sobre esta particular especie y los ecosistemas en los que habita. Finalmente participaron en el punto culminante del proyecto que ha contado con la colaboración de la Conselleria de Medi Ambient, Aigua, Infraestructures i Territori y que consistió en la reintroducción de varias decenas de gallipatos en su hábitat natural.
El objetivo principal es estimular la curiosidad en las edades más tempranas y despertar el interés hacia la preservación de la naturaleza, en este caso del entorno más próximo y su valiosa biodiversidad. En ese sentido, desde Caixa Popular se destaca la importancia de la concienciación social “sobre todo con la situación actual de crisis climática como la que tenemos en la que todos tenemos que contribuir en la manera de lo posible para evitar esos daños y conseguir revertir la situación”. La primera edición de Naturalización de las aulas ha sido una experiencia enriquecedora tanto para el alumnado como para el profesorado, al fomentar la educación ambiental y la conservación de especies amenazadas, y extraordinariamente satisfactoria para las entidades implicadas por lo que la previsión es continuarla con el próximo curso escolar. Esta iniciativa ha conseguido aunar esfuerzos desde diversos colectivos para llevar un trocito de los ecosistemas valencianos a los centros escolares con el fin de, conjuntamente, tratar de garantizar que las próximas generaciones puedan seguir disfrutando de nuestra preciada naturaleza más cercana.
El gallipato está incluido en la Lista Roja de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) y en el Catálogo Valenciano de Especies de Fauna Amenazada. Los anfibios en general y los urodelos en particular como el “ofegabous” son poco conocidos para la mayoría de las personas. El deterioro de su hábitat está provocando un grave declive de su población que ha motivado la necesidad de incrementar su protección.
Este endemismo iberomagrebí puede llegar a medir hasta 30 cm de longitud, aunque la media está entre los 15 y 25 cm. Las hembras depositan los huevos en grupos fijados a la vegetación subacuática o las rocas del fondo, que eclosionarán al cabo de 2-3 semanas. Las larvas del gallipato, de vida acuática, deberán acumular una serie de cambios, como el desarrollo de extremidades, la reabsorción de las branquias externas y el desarrollo de pulmones, hasta completar el proceso de metamorfosis.
En los adultos se pueden distinguir dos fases a lo largo del año: una terrestre y otra acuática. En la fase acuática la piel es fina y de aspecto suave, y en la cola presenta una cresta cutánea que desaparecerá en la fase terrestre, en la que la piel también cambiará a un aspecto más rugoso y engrosado. Sin embargo, la duración de cada fase es muy variable e incluso algunas poblaciones pasan todo el año en el agua.
Presenta un mecanismo de defensa único en anfibios: sus costillas pueden llegar a salir por los costados, impregnándose de secreciones tóxicas evitando así ser ingerido por un depredador. De hecho, en los costados pueden verse de 7 a 11 protuberancias de color pardo o anaranjado en las que se alojan los extremos de las costillas. Esta característica, sumada al hecho de que suele habitar fuentes de agua para el ganado y otros animales, le da sentido a su nombre valenciano: “ofegabous” (ahoga toros).