En el tenso empate en el Benito Villamarín, hubo dos jugadores que no habían coincidido en un campo de juego más allá de los entrenamientos en Paterna: Parejo y Orellana.
Ambos jugadores, construidos por la experiencia (juntos promedian 19 años), fueron parte esencial de un mediocampo que además de volcarse en la creación pudo contener a jugadores como el movedizo Ceballos. Si no fuera por su desempeño y sus combinaciones, quizás el partido contra el Betis hubiese sido un desastre.
Sus características los hacen hombres complementarios. Si bien Orellana suele ejercer su velocidad en las bandas, esta vez funcionó de rotor por donde pasaban todas las jugadas en dirección hacia la zona de ataque. A la vez, con su capacidad de esquematizar jugaba que frecuentemente terminan el gol, Parejo contribuía y le entregaba balones a su compañero cada vez que podía.
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Los dos futbolistas están en una situación especial. Por un lado, el madrileño tiene su permanencia en cuestión cada vez que hay un mercado de fichajes. En el último de invierno también se habló de su partida al Sevilla; es la última obsesión de Jorge Sampaoli. Sin embargo, Voro contó con él al igual que con el argentino y aquí está, mostrando su juego.
Orellana, en cambio, es un recién llegado a la ciudad del Túria. No ha tenido más de 100 minutos para mostrar sus argumentos, pero sin duda estos son de peso. Además de la vaselina que solo fue una anécdota en la pesadilla contra el Eibar, hizo una exhibición al estar siempre atento a sus compañeros, filtrar pelotas y cuidar su metro cuadrado.
El chileno y el símbolo valencianista pueden hacer arte si siguen coincidiendo y jugando como lo han hecho el sábado. “El equipo en líneas generales ha estado bien, mentalizado y competitivo. Nos vamos con un empate y seguimos sumando”, dijo Voro después del partido. Un llamado de esperanza más allá de esa mano en Sevilla que muchos vieron pero no el árbitro.
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