Por encima de la victoria conquistada en Elche con un diabólico lanzamiento de falta de Campaña parece una constante que al Levante le costará afrontar sus partidos durante el presente curso. Tiene impacto la presencia del once que prepara Muñiz. Subyace un grado de dificultad mayúsculo en cada aparición oficial, aunque a los granotas voluntad y fe no le faltan.
Desde esa perspectiva, la condición de local y de visita se convierte en un hecho determinante en esta LaLiga 1|2|3. Las cartas parecen alzadas desde que el balón comienza a moverse sobre el verde. El guion no muta en exceso. Las semanas se suceden desde que el campeonato arrancara hacia finales del mes de agosto en Soria y nada cambia.
El duelo ante el Elche fue un nuevo paradigma de lo que se avecina en un ejercicio realmente apasionante. Sobre el césped del Martínez Valero parecía que los roles estaban determinados desde mucho antes, porque El Elche se guareció atrás con firmeza. Dispuso dos líneas de cuatro bien definidas con el fin de taponar cualquier grieta o fisura. Y le ofreció al Levante la posibilidad de gobernar el partido a través del balón. El objetivo marcado era meridiano: había que desactivar el eje de creación, que parte desde las botas de Campaña, Espinosa e Insa, y apelar a la verticalidad para cercar los dominios de Raúl.
En realidad, el Elche se encuentra cómodo en este tipo de situaciones. Tiene velocidad para realizar transiciones vertiginosas y, además, tiene pegada en los metros finales para definir. Así que comienzan a dibujarse encuentros en los que el Levante bordea el filo del abismo. Obligado a llevar la batuta, sabe que cualquier error en la salida puede tener un alcance devastador.
No obstante, el bloque de Muñiz anda sobrado de personalidad y también de recursos para dejar su sello. Lo demostró Campaña después de un buen movimiento de Espinosa. No conviene dejar bailar a Espinosa con el balón, máxime si merodea el área de su rival. Destila peligrosidad y en Elche lo saben por su pasado más cercano. Pelegrín lo paró de manera antirreglamentaria y Campaña hizo el resto con un tiro impetuoso. La impresión, a la vista de los acontecimientos gestados, es que el Levante aceptó el desafío. Es una especie de patente que Muñiz trata de perpetuar, porque el equipo busca acaparar los focos principales. Acepta ser protagonista. Va en sus genes competir y trata de imponer su voluntad sobre la superficie del juego con independencia de la camiseta a la que se mida. En un partido en el que aparecieron Montañés, Rober Pier e Iván entre los titulares, su única finalidad fue imponer su ley.
El primer acto se convirtió en un continuo viaje en dirección hacia la portería de Juan Carlos, aunque Guillermo se midió a Raúl en mano a mano a un minuto del final, un aspecto que resalta el tipo de enfrentamiento disputado. Hubo agitación desde las bandas azulgranas. El Levante escogió el flanco zurdo y diestro para proyectarse. En ese sentido, fue un equipo que actuó con las alas desplegadas. Morales, Iván, Abraham y Montañés alcanzaron la línea de fondo. Sin embargo, no aparecieron los artilleros para resolver las acciones ofensivas.
La paciencia se convierte en un bien que conviene saber manejar en estos casos, básicamente cuando cuentas con razones para cambiar tendencias. Campaña golpeó la estima del Elche desde la frontal del área. El Levante dispuso de varias contras para aletargar a su oponente, pero el Elche tiró de raza para encerrarlo. Quizás fue un dominio más ficticio que real que en cualquier extremo manifiesta las dificultades que entraña cada enfrentamiento en esta categoría. El Elche dio dos pasos al frente y le negó el esférico a su contrincante, pero finalmente la visita se llevó los tres puntos a casa.