El Levante UD vuelve a ser líder de LaLiga 1|2|3

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Podría advertirse que las hojas del calendario apenas se han desplegado; es decir sería lógico, y hasta necesario, remarcar que la Liga atraviesa por un estadio inicial y que, en realidad, en el Ciutat se ofertaban tres puntos que hay que contabilizar dentro de un ciclo global compuesto por 126 puntos derivados de multiplicar del valor de la victoria por los cuarenta y dos partidos que integran la secuencia liguera, pero también habría que reconocer que el Levante no ganó un enfrentamiento cualquiera ante el Real Zaragoza. En ese sentido el Ciutat dirimía un choque entre colosos en el marco de la categoría de Plata. Era un partido con tonelaje. Los números se encargaban de realzar esta tendencia. Tanto el Zaragoza como el Levante habían calcado su hoja de ruta en el nacimiento de la competición después de aniquilar dos rivales y extraer una igualada. Con siete puntos los dos oponentes compartían espacio en el ático de la clasificación. El líder, la escuadra maña, y su más inmediato perseguidor, el bloque azulgrana, volvían a la escena de LaLiga 1|2|3 en el marco del feudo de Orriols. De ahí el valor y la trascendencia del convincente triunfo de los pupilos de Muñiz. Sobredosis de autoestima ante un igual. El Levante disputó setenta minutos primorosos. En ese punto del relato de la confrontación logró minimizar al Real Zaragoza hasta reducirlo a cenizas. El Levante exhibió un catálogo de virtudes muy profundo que le permitió gobernar el enfrentamiento de norte a sur y de este a oeste. Por momentos no hubo más noticias que las fundamentadas por el colectivo granota intenso y encorajinado ante un rival al que doblegó. Fue un Levante de vértigo que a los cinco minutos ya dominaba el duelo tras la diana de Jason y que mostró una envidiable capacidad de respuesta para anular el golazo de Lanzarote. Reacción y carácter para recomponer la situación. Roger y Campaña desgarraron la confrontación.

image50aea955ac1355f15c381a912c0d81ee_news_displayLas palmas de los seguidores locales batían con fuerza en señal de reconocimiento cuando los jugadores regresaban al vestuario a la conclusión del primer capítulo. El Levante mandaba en el luminoso. El acto inicial fue sublime. Tres goles y una sensación de superioridad innegable. Hay jugadas que resultan paradigmáticas porque marcan una tendencia a seguir. En el minuto sesenta y cuatro el Real Zaragoza trataba de articular su juego de ataque. El cuero recorría la parcela central pasando por las botas de los defensores. Imperaba un sentido horizontal. No había socios a los que habilitar. Todos los caminos en dirección hacia la meta de Remiro parecían cerrados. El esférico se perdió por la zona de banquillos del Levante después de la presión a la que sometió Morales a su par. La acción es el arquetipo de un equipo que se siente irreductible y que tiene hambre y convicciones. El conformismo no va con el bloque de preparador asturiano. A esa altura del duelo la victoria parecía del todo innegociable. Roger había sumado el cuarto gol desde los once metros y el Levante seguía reduciendo a su oponente con la fe de un cruzado como si el marcador no fuera en consonancia con lo que estaba ocurriendo sobre el verde.

imaged86a73b105d0be9ae250485e25a9a228_newsLa intensidad es un aspecto que nunca declina. En realidad se trata de una seña de identidad que Muñiz parece haber tatuado en la piel de los jugadores. Ese componente es del todo innegociable. Y genera una manera de entender el fútbol y de sentirlo también. El Levante puede atormentar la psique de sus contrarios porque se comporta como un martillo que le va golpeando con virulencia hasta aniquilarlo. Su despliegue físico y mental es vigoroso. Nadie para de correr y nadie desdeña desplegar un esfuerzo tan generoso como cooperativo. El Levante amalgama talento y sangre. El Levante arrancó el partido con la furia de un rayo devastador. Morales asumía galones por la parte izquierda del ataque y Jason secundaba sus movimientos sin perderlo de vista. El atacante madrileño rasgó la defensa foránea con un formidable cambio de ritmo. Su disparó chocó con Irureta aunque el balón cayó a los pies de Jason. La grada celebró con profusión el tanto. El golpe parecía contundente, pero el Zaragoza demostró que no necesita conjugar con el fútbol para celebrar el gol. Lanzarote ajustó el balón a la escuadra de Remiro en un lanzamiento desde el borde del área. Se trata de una de las especialidades que adornan su currículum.

imageeeaa5c0ce071ad243df5cd8f4e78e9b5_newsNo obstante, la diana no redujo el ánimo local. Los jugadores azulgranas no claudicaron. La diana no desnortó al grupo de Muñiz. Su filosofía e idea del fútbol no varió. Nada alteró el guión delimitado. Campaña, Insa y Espinosa comenzaron a bailar claqué con el balón mientras el Zaragoza perseguía sombras. El cuero recorría todos los espacios del campo. El Levante se manejaba con convencimiento, solvencia y seguridad ante un rival directo. Pedro López ganó la línea de fondo. Alzó la vista y clavó el esférico en la cabeza de Roger. Desde el extremo contrario del pastó se gestó el tercer gol. Abraham tocó al corazón del área de Irureta para que apareciera Campaña. La voracidad granota no disminuyó. Roger afrontó el reto de los once metros con pausa y estilo ya en la reanudación. El choque estaba roto. El Levante daba un golpe de considerables dimensiones ante un oponente con el que comparte similitudes y aspiraciones. El baño de autoestima fue considerable. La diana de Lanzarote simplemente maquilló la derrota.

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