Fue, de hecho, la última mujer ajusticiada por el régimen franquista. Por eso, por el simple hecho de ser mujer, esperó hasta el último momento un indulto del mismo Franco que nunca llegó. Se llamaba Pilar Prades y envenenó a la señora a la que servía como criada con el veneno que se usaba para matar hormigas. El caso adquirió una gran notoriedad mediática en aquella España de finales de los años 50. Fue sentenciada a muerte el 9 de noviembre del 1957. El Tribunal Supremo corroboró la sentencia y el Consejo de Ministros se dio por enterado. Al no llegar ninguna medida de gracia, todo parecía definitivamente resuelto.
El verdugo sin atributos
Los problemas, sin embargo, llegaron dos años después, a la hora de aplicarle el garrote, «con el ataque de epilepsia del director de la cárcel un momento antes de la ejecución, el auxilio que le prestó la condenada a muerte y el rumor que después se extendió por la ciudad de que el verdugo sin agallas para ejecutar la pena capital tuvo que ser asistido y animado por aquella mujer agarrotada». Así lo cuenta Manuel Vicent en Ava en la noche, la última de sus obras. O, mejor dicho, eso dice que escribió el protagonista del libro en un ejercicio escrito para entrar a la Escuela Oficial de Cinematografía de Madrid. Curiosamente, Vicent sitúa como presidente del tribunal examinador al mismo Berlanga. Es la manera que tiene el autor de poner en contacto la realidad (de Pilar Prades) con la ficción (que construirían después Berlanga y Azcona).El director emmascarado
Berlanga «se divirtió mucho más enmascarándose que haciendo películas», asegura Manuel Vicent: «echó la suficiente tinta de calamar alrededor de su figura como para que nadie, a la hora de definirlo, estuviera seguro de si se trataba de un tipo holgazán o trabajador, casto o erotómano, despierto o despistado, activo o abúlico, esnob o fallero».Para Vicent, el cine de Berlanga entronca directamente con los sainetes del valenciano Eduard Escalante: «montaba en cada rodaje un pequeño circo rodeado de amigos de confianza, a la manera de un capricho de señorito, que al final dio como resultado un mundo propio, inteligente, fresco e intuitivo, entre la sátira risueña y el sarcasmo negro, sobre todo cuando se produjo el contacto explosivo con el genial guionista Rafael Azcona».Convertir el caos en inspiración
Manuel Vicent lo tiene claro: «el talento de Berlanga radicaba en el caos. Ser libre dentro de la confusión y dar la apariencia de un exceso cuando se está atado a una férrea disciplina. Ésa ha sido su obra de arte. Con la libertad, el caos, el talento y el sarcasmo, este cineasta construyó un juguete inteligente con marca de fábrica, con el que ha pasado a la historia», asegura Vicent antes de desvelar el secreto de la «fórmula» Berlanga: «convertir el caos en inspiración: eso es exactamente el mediterráneo».Acompañado por Joan Carles Martí —comisario de la muestra «¡Viva Berlanga! Una historia de cine», que se podrá visitar en el museo hasta el 19 de septiembre—, Manuel Vicent hablará en el MuVIM de estas y otras muchas cosas que rodean la vida y la obra de Berlanga. Será el próximo sábado 12 de junio, justo el día exacto en que, cien años atrás, nació en la calle Sorní de la ciudad de Valencia el director valenciano.Y será a las 18:30 h, antes de la proyección de El verdugo. La entrada es libre y gratuita, pero las plazas limitadas, atendiendo a las restricciones todavía vigentes por la pandemia. Las entradas estarán a disposición del público desde una hora antes del inicio del acto, a las 17:30 h. Se recomienda recogerlas con antelación para no quedarse sin ellas.