Cuando Mark Twain escribió en 1876 Las aventuras de Tom Sawyer, ese chico que vivía en la naturaleza a orillas del Río Mississippi, pensó en identificar a un público infantil con su historia de aventuras y también en llamar la atención de los mayores respecto a cómo estaban relacionándose con los niños y criando a sus hijos.
Si en aquella época lejana el autor rompió certezas con ayuda de la ficción, utilizando a un niño pobre como protagonista, esta adaptación de la compañía teatral La Teta Calva da otra vuelta de tuerca y nos muestra en cambio a Tomasa, una niña valiente y al mismo tiempo una heroína moderna. Ella es la protagonista de este hermoso cuento llamado Les aventures de T. Sawyer y también el núcleo alrededor del cual giran todos los demás personajes.
En su periplo por las tablas sella un pacto de silencio con Huckleberry Finn al presenciar un asesinato. Con ese amigo que detesta la escuela y las normas del mundo adulto deslumbra al público con su sentido de la amistad y el respeto por el entorno y los demás, entre muchos otros episodios para fijar los ojos y ponerse a pensar. La antagonista, por ejemplo, es un detalle relevante porque no se muestra como si fuera de una raza estereotipada o un “indio” como en la novela original; es solo una mujer más que camina exageradamente para demostrar sus intenciones.
La historia entera enseña que la maldad puede residir en cualquier piel o costumbre, y que esa maldad siempre tiene un motor con una explicación social y humana detrás. Esto se suma a la importancia de la imaginación en los niños cuando tienen la necesidad de enfrentarse a un juez de la justicia, el profesor de la escuela o un sacerdote, que también pueden ser opresivos tanto o más como los que tienen malas intenciones. Si un niño sabe imaginar, en el futuro sabrá encontrar soluciones a los problemas que surgen al vivir.
Les aventures de T. Sawyer demuestra que desde sus primeros años el ser humano es capaz de hacer todo lo que quiera con su mente cuando se trata de pasar un buen momento, incluso convertirse en un pirata que surca los mares del mundo. En escena, esta adaptación dirigida por Xavo Giménez es una obra con música blues en vivo y personajes diversos que, al ritmo de instrumentos de la época y coros, se mueven por el escenario e interactúan con el público.
Pero más allá de lo que pasa en el escenario, es una pieza repleta de valores que rompe aun más los paradigmas cuestionados, como recordándole al espectador que hoy en día —entre tanta superficialidad televisiva e ideales de competencia— hay que escuchar a los más pequeños sobre lo que es transcendente en sus vidas, de manera que puedan recordar a sus padres lo que han olvidado.