El Institut Valencià d'Art Modern (IVAM) rinde homenaje a la artista Simone Fattal, Premio Julio González 2024, en una gran exposición que propone un recorrido por toda su trayectoria. ‘Suspensión de la incredulidad’ es el título de la muestra que reúne 85 obras desde 1999 a 2023 que sumergen al visitante en un espacio pluricultural y nómada, creado a través de la escultura, el dibujo y el trabajo editorial.
“La incredulidad no alude a una temática, significa una mirada más en profundidad a las cosas a través del asombro”. Lo ha expresado la propia creadora durante la presentación de la exposición, comisariada por Rafael Barber Cortell y Nuria Enguita, que se exhibe en el IVAM desde el 13 de diciembre.
“El trabajo de Simone Fattal tiene una vinculación especial con la escultura en barro”, ha destacado la directora del IVAM Sonia Martínez, “un material considerado menor, cercano a la artesanía, como podría ser también el textil, que se reivindica ahora y visibiliza junto a otros materiales considerados como nobles”. La escultura gestual de Simone Fattal “podría dialogar con las esculturas de Julio González en cierto sentido, como contrapunto”, ha recordado la directora.
La «suspensión de la incredulidad» es un concepto introducido por Samuel Taylor Coleridge en su obra Biographia Literaria en 1817. “Este término se refiere a la capacidad de un lector para aceptar, sin cuestionar, elementos fantásticos o poco realistas dentro de una obra de ficción”, ha explicado Rafael Barber Cortell.
Para su primera exposición individual en España, la artista franco-libanesa Simone Fattal se apropia de este concepto e invita a la audiencia a dejar de lado sus certezas. Su obra se nutre de la mitología, abarcando desde el antiguo Egipto hasta el misticismo suní y la tradición grecorromana, creando figuras arquetípicas que integran narrativas históricas en el presente. “Soy muy literaria, mi obra guarda relación con la literatura: motivos, argumentos, ideas… Es una obra muy íntima, propia, muy individual, viene de mi corriente de mi pensamiento. Si estoy pensando en un Ulises, creo un Ulises, es un diálogo interior”, afirmó la artista.
Nacida en Damasco y criada en El Líbano, Fattal estudió filosofía en París y se estableció como artista a finales de la década de 1970 en Beirut, donde expuso sus obras hasta el comienzo de la guerra civil libanesa, cuando tuvo que abandonar Líbano e instalarse en California, donde fundó The Post-Apollo Press. “Esta condición nómada atraviesa su producción artística, otorgándole una temporalidad y espacialidad flexible, que mira el pasado, presente y futuro al mismo tiempo”, apostilló Sonia Martínez.
La referencia a la antigüedad es un aspecto central en su producción, pues Fattal concibe sus esculturas como una forma de documentar y preservar la memoria colectiva de la civilización humana, especialmente la de Oriente Medio. “El arte sirve para que la gente no se olvide de las cosas, para recordar. Los museos han reemplazado a las iglesias, se va a ellos para ver lo que está ocurriendo en la sociedad”, ha comentado Fattal.
La exposición, que abarca tres galerías, comienza con el trabajo editorial de Fattal, exhibido a través de su iniciativa Post-Apollo Press, y se expande hasta la segunda parte de la muestra compuesta por más de 80 esculturas cerámicas. Según Barber, “para la artista la cerámica es una materia viva y doméstica que resume su forma de ver el mundo, en la que lo cotidiano y lo sagrado se entrelazan. En ellas destaca el uso del color, donde vibrantes tonalidades y texturas orgánicas evocan paisajes y emociones”.
“Aunque recoge obras de distintas épocas la muestra no sigue un orden cronológico, sino que se concibe como una narración, como un cuento que invita al visitante a relajarse y observar las obras con el diseño expositivo creado por Sina Sohrab”, ha subrayado Sonia Martínez.
Este diseño expositivo pone un énfasis especial en la historia de los asientos donde ocurren relatos: desde el triclinium romano, donde se disfrutaban los banquetes reclinados; pasando por la plataforma elevada oriental, un espacio de reunión familiar; hasta un diván freudiano y alfombras que evocan la casa de la infancia de Fattal, donde los muebles a menudo estaban cubiertos con alfombras, y hacen referencia al tapiz como una de las formas más antiguas de contar historias.
La última parte de la exposición está dedicada al dibujo, con una instalación de diez piezas de gran formato. “En sus dibujos Fattal crea un texto sin letras ni puntuación, compuesto solo de gestos, goteos y relaciones entre la tinta, el agua, el papel y la mano de la artista. Las manchas y salpicaduras se convierten en fragmentos de un lenguaje visual que, una vez más, invita al espectador a descubrir significados ocultos y a formar su propio relato”, añadió Barber.