Un Pinazo nunca visto llega a Valencia

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"El sentimiento de belleza, de la silueta y de la linea; cualidades tan desconocidas hoy en día y de cuya falta tanto se resiente el arte moderno. Por ello, tal vez no vamos más allá de nuestra época". Las frases pertenecen al pintor valenciano Ignacio Pinazo (1848-1916), que la pronunció en el alegato 'De la ignorancia en el arte', su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de san Carlos. En él, el artista se quejaba de cómo los artistas habían dejado de buscar la belleza para centrarse en carreras que les reportasen fama y prestigio social. De aquello hace ahora más de un siglo, pero las palabras del artista siguen siendo claves para comprender su obra, una intensa producción pictórica que regresa a la primera linea de la actualidad cultural gracias a la celebración del Año Pinazo, en que se conmemora la centuria desde la muerte del pintor.

En la efeméride, varias instituciones participan en la divulgación de un creador que, aunque en su momento gozó del favor de la burguesía valenciana, es mucho menos conocido por el gran público. Así, una serie de condiciones especiales, como su pertenencia a la misma generación de Sorolla -mucho más reconocido-, el hecho de elaborar obras de menor tamaño, o su focalización en temáticas cotidianas, han ensombrecido su apreciación social y académica. A esto, además, habría que sumar que muchas de sus obras dan la sensación de ser imperfectas o estar inacabadas por voluntad propia, ya que Pinazo intentó distanciarse de la producción de arte concebido tan solo para embellecer.

Ahora, en la ciudad del Turia, los ciudadanos pueden acercarse a la figura del artista a través de varias propuestas, como la exposición 'Ignacio Pinazo y las vanguardias', del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), que explora las relaciones entre el pintor valenciano y otros artistas contemporáneos; la muestra 'Ignacio Pinazo: de la gran tradición al modernismo. El retrato', de la Fundación Bancaja, que recorre su faceta retratista; o la exhibición 'Pinazo. La historia y el retrato', del Museo de Bellas Artes de Valencia, que se centra en los autorretratos y los grandes lienzos históricos y religiosos que marcaron su carrera.

Esta última está abierta al público desde el pasado cuatro de octubre y cerrará sus puertas el próximo ocho de enero de 2017. Gracias a la iniciativa, algunos de los cuadros más espectaculares del pintor podrán verse en Valencia por primera vez. Es el caso, por ejemplo, de 'La Caridad (Santa Mónica)', la primera gran obra del autor, un encargo de temática religiosa del rector de la iglesia de Santa Mónica de Valencia. Tras rechazarlo, el lienzo fue comprado por el ayuntamiento de Barcelona e incorporado al museo municipal, actual Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC).

También se exhibe por primera vez en Valencia la pintura 'Últimos momentos del rey Jaime el Conquistador en el acto de entregar su espada a su hijo Pedro'. El cuadro fue expuesto en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1881, donde fue premiado con la medalla al segundo puesto, y después fue adquirido por el Museo del Prado, que lo ha prestado para la ocasión. La obra, además, se expone junto a una réplica de menor tamaño que Pinazo entregó a la Diputación de Valencia como trabajo por una beca que recibió para estudiar en Italia. Aunque se trata de dos reproducciones de la misma obra, hay diferencias entre ambas, como un uso más vivo del color en la reproducción de menor tamaño, o la disposición de algunos objetos en la escena.

Este último cuadro es una obra excepcional dentro de la producción de Pinazo, ya que se desmarca de la linea habitual que predominó durante su carrera. Es un lienzo de gran tamaño, de tres metros de altura, algo que lo aleja del resto de su producción, habitualmente de proporciones reducidas. Del mismo modo, tampoco es un retrato o una escena cotidiana, sino un momento histórico, algo que lo convierte en una pieza muy singular dentro de la trayectoria del valenciano. Además, como acompañamiento de la obra, se muestran hasta 36 bocetos complementarios y estudios de composición, hechos en lápiz, tinta y óleo, que permiten apreciar todo el proceso de creación de la obra.

En total, la muestra del Museo de Bellas Artes cuenta con 79 obras pictóricas. Complementan a las de gran tamaño, una serie de autorretratos de Pinazo y de su mujer, Teresa Martínez Montfort, que abarcan los años comprendidos entre 1871 y 1910. En ellos pueden apreciarse, no solamente los cambios físicos que sufrió el artista a lo largo de cuatro décadas, sino también la evolución de su técnica. En este sentido, resulta interesante constatar sus constantes experimentaciones sobre el lienzo, así como su recorrido, que abarca desde la pintura más académica de sus inicios hasta la etapa da madurez, caracterizada por líneas y texturas mucho más deshechas. Además, los retratos se muestran acompañados de otras pinturas de autores como Francisco Domingo Marqués, Francisco de Goya o Josep de Ribera. Se sabe que todos ellos eran pintores admirados por Pinazo, ya que aparecen mencionados en su 'De la ignorancia en el arte'. De esta manera, comparando las obras de unos y otro, el público puede constatar el impacto que tuvieron sobre el pintor valenciano.Pinazo íntimo

A través de todas estas propuestas enmarcadas en la iniciativa del Año Pinazo, se pretende dar visibilidad a un artista que, a pesar del valor de su obra, no ha gozado de la trascendencia internacional que debería haber merecido. Esta falta de proyección no se explica sino a través de la acumulación de factores, como su ya comentada predilección por obras de pequeña envergadura o el hecho de coincidir cronológicamente con Sorolla; a estos, además, hay que añadir el carácter investigador de Pinazo, siempre a la búsqueda de nuevos mecanismos expresivos. Esta característica dota su producción de mucha heterogeneidad pero, al mismo tiempo, también dificulta trazar hilos de continuidad en su carrera.

En esta línea, el director del Museo de Bellas Artes de Valencia, José Ignacio Casar Pinazo, que también es bisnieto del pintor, explica que, en su madurez, el pintor "optó por otra manera de enfocar su producción" y se retrotrajo en su casa de Godella, cada vez alejándose más de los circuitos culturales oficiales. Si bien esta decisión contribuyó a su extrañamiento del mundo del arte, también tuvo un reverso positivo, y es que permitió que una gran parte de su producción se mantuviese intacta y unificada en la casa familiar hasta prácticamente ahora. De esta manera, gracias a las posteriores generaciones de su familia, nos han llegado una gran cantidad, no sólo de cuadros, sino también de los bocetos, escritos y fotografías que constituyen su fondo documental.

Por eso, para comprender la obra de Pinazo es necesario entender su percepción del arte y de la vida. Así,el pintor renunció deliberadamente a las obras de gran formato para centrarse en buscar nuevos métodos expresivos y dejó de lado las grandes obras de temática histórica para centrarse en la representación del día a día de la gente. En palabras de Casar Pinazo, "esta era su manera de vincularse con la sociedad, con las costumbres y con el territorio". En este sentido, explica que podemos hablar de Pinazo como un artista de su tierra, que no se centra en "lo valenciano desde un punto de vista costumbrista", sino que "con lo que está intrínsecamente relacionado con la manera de vivir de la gente".

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