El municipio valenciano de Paterna siempre ha tenido una afamada actividad artesanal y manufacturera, pero, a la vez, mantuvo, durante muchos años, una gran actividad basada en los molinos, hasta el punto de que Paterna se considerara, a finales del siglo XIX, la mayor productora de harina de Valencia.
Los orígenes de los molinos de la Villa de Paterna se remontan a la Edad Media, aunque la mayoría se construyeron durante el siglo XIX. Su construcción tenía como principal objetivo aprovechar la fuerza del agua de la acequia de Moncada en las producciones harineras, arroceras y textiles.
Hasta principios del ochocientos, sólo existían el molino de la Villa, el molí Nou, el molino de Ferrando y el molino del Batán. Sin embargo, fue en el siglo XIX cuando se produjo una gran expansión en el municipio. Una época en la que Paterna contaba con una de las infraestructuras molineras más importantes de Valencia.
Aun así, los avances tecnológicos, la industrialización y el desarrollo urbanístico provocó o bien la transformación de estos molinos en fábricas harineras, como los del Martinet, Cardona o el Batán, o el abandono de estos históricos molinos.
Sin embargo, la grandiosidad de estos emblemáticos edificios de Paterna son, en la actualidad, no sólo una muestra de la actividad que se desarrolló en esta localidad, sino también un elemento fundamental de la memoria histórica de este municipio valenciano.