Opinión

La inacción como virtud

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En política, como en la vida, a veces la mejor forma de no equivocarse es no hacer nada. Aunque también es cierto que conlleva el riesgo de la crítica por parte del contrario. Sin embargo, visto lo visto en algunas consellerías, casi que la inacción puede ser una virtud.

Desde el inicio de la legislatura, la inacción de la Consellería de Economía, tanto en lo que respecta a la ejecución del presupuesto como a las decisiones sectarias que en ocasiones ha adoptado, ha sido un tema recurrente que nos ha dado a la oposición motivos suficientes para afirmar que la política industrial es una de las áreas en las que el Consell de Ximo Puig más está fallando.

Se quiere cambiar el modelo productivo de la noche a la mañana, se criminalizan las grandes empresas y los acuerdos comerciales, pero se asiste sin el menor rubor a misiones comerciales y a la inauguración de grandes empresas, y se anuncian ayudas a las empresas para que crezcan, ayudas que nunca llegan por cierto. Y la verdad es que llega un momento en el que uno se pierde ante tanta indefinición.

Sin embargo, como decía al principio, la inacción en ocasiones no es mala política. En las últimas semanas he podido visitar distintas empresas de sectores tradicionales de nuestra comunidad, todas ellas referentes en su sector y con distintos tamaños. Y si en algo coincidían los responsables de estas empresas, era en que lo mejor que se podía hacer desde la administración es que se les dejara trabajar, que no se pusieran trabas a su actividad, que se agilizaran los trámites burocráticos que en algunos casos estaban frenando el desarrollo y expansión de las empresas.

Bien es cierto que cada empresa, según el tamaño o el sector al que se dedica, tiene diferentes necesidades, como cierto es también que toda ayuda es bienvenida. Pero poco puede alardear el Consell si uno ve las partidas destinadas a la mejora de nuestro modelo productivo y la ejecución de las mismas.

En definitiva, que en política industrial está claro que a menudo, menos es más, pero aceptando este hecho como un “mérito” de la administración, lo que no es de recibo es la euforia que en los últimos días estamos viendo en el Consell y los partidos que lo sustentan a cuenta de los datos de inversión productiva en la Comunidad Valenciana durante el año pasado.

No sólo es cuanto menos discutible que el Consell tenga el mérito de haber incrementado de manera exponencial las inversiones, es que además parece poco apropiado volver a caer en los viejos vicios de atribuirse los méritos cuando las cosas van bien, y esquivar las culpas cuando vienen mal dadas. Porque no señores del Consell, lo que hace atractiva esta comunidad no es la inexistente política industrial de la Generalitat. El empleo, las oportunidades de negocio y crecimiento…no son consecuencia de la gestión pública, aunque ayude. Son las empresas y sus trabajadores las que crean riqueza y las que con su esfuerzo ganan en atractivo para captar fondos foráneos, y esto parece que en ocasiones se olvida desde el Consell.

Desde luego que la inacción puede ser virtud, pero lo que no es asumible en la coyuntura económica que tenemos, es disfrazar de virtud lo que no es sino incoherencia y falta de estrategia.

David de MiguelDiputado AgermanatCorts Valencianes

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