“Dunkerque” de Christopher Nolan: Estado de conmoción

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Christopher Nolan se acerca con "Dunkerque" a uno de los episodios famosos de la II G.M. en que las tropas aliadas son empujadas hasta quedar atrapadas en la línea de mar en las playas de la villa de Dunkerque por el empujón del ejército alemán durante su avance imparable hacia Francia. En este film de guerra prevalece la idea del asedio, en que el ejército alemán mantiene contra las cuerdas a los derrotados, castigando la retirada de los ingleses.

Pero este cercamiento acontece angustioso, puesto que el cineasta británico mantiene los enemigos fuera de cuadro, como un enemigo invisible, que nunca se hace presente físicamente, todo y su amenaza. Recursos propicios de situaciones de concentraciones y claustrofóbicas, y que parecen provenir de aquel film paradigmático sobre la modalidad del aislamiento y el asedio de un grupo de soldados perdidos en el desierto durante la I G.M. "La patrulla perdida" (1934, John Ford). A pesar de tratarse de un ejército acorralado, en esta situación de estancamiento de los británicos queda la opción de la embarcación, resta la fuga atravesando el canal de la Mancha, que posibilita la idea del rescate para liberar los retenidos.

img_20170726094302Todo y la vergüenza de la derrota, la humillación de la derrota, Nolan sustenta su espléndido film sobre la épica de la subsistencia. Una idea que lo aleja de las gestas victoriosas del campo de batalla para alabar el espíritu de resistencia y sufrimiento, acercándose a un registro habitual del género bélico cómo es la línea más supervivencialista. Aquella en que prevalece salvarse antes de que todo, sobrevivir a la diáspora del retroceso, igual que los films de desastres bélicos, caso de la caótica y demencial retirada de las tropas alemanes del frente ruso reflejado a "Stalingrado" (1993, Joseph Vilsmaier).

La locura monumental de la batalla de Dunkerque incorpora también una dimensión apocalíptica, perfectamente espectacularizada en un film reciente que retrataba el infierno de Dunkerque como "Expiación" (2007, Joe Wright), que nos dejó aquel virtuoso y dilatado plano-secuencia en la playa y que, en realidad, era la percepción de un moribundo. Este tono dantesco lo incorporan en el film de Nolan los grupos de soldados de tierra, sobre todo Tommy (Fionn Whitehead), que intenta repetidas veces escapar del asedio por mar y que lo lleva a vivir prácticamente tres naufragios, renaciendo hasta tres veces. En una situación desesperada, Tommy sobrevive cerca de un barco hundido del cual ha sido expulsado, salva la vida de nuevo en el hundimiento de otro barco bombardeado por un submarino, o se salva nadando de los intentos frustrados de escapar con un barco abandonado y embarrancado en la playa nuevamente destruido.

La novedad de Nolan en el género bélico es que en "Dunkerque" va un paso más allá de su maestría del arte de la suspensión temporal, de los estados entre la vigilia y el sueño o de la creación de estructuras narrativas enrevesadas. El director de "Origen"(2010) idea ahora una estructura tripartita para reflejar a su manera la crónica de la evacuación de los británicos de la villa marinera de Dunkerque, centrándose en tres grupos de personas que se corresponderían a los capítulos de tierra, mar y aire. Son tres frentes de un mismo episodio que sirven para individualizar la batalla y poner nombre a sus anónimos protagonistas.

Estos tres puntos de vista diferentes, pero complementarios, corresponden a los soldados de pie que procuran huir como sea del frente roto para volver en Inglaterra, unos pilotos británicos que intentan abatir los aviones alemanes para proteger los destructores que cargan los soldados para devolverlos a casa, y un grupo de civiles de la costa británica movilizados con sus embarcaciones de pesca para ayudar a embarcar el mayor número de soldados. Pero que el espectador no se pienso que este relato múltiple de historias cruzadas se desarrolla de forma paralela, manteniendo una simultáneamente en el tiempo, sino que los mismos hechos son descritos desde las tres perspectivas separadas por una franja de tiempo, como si las imágenes se suceden con un cierto decalaje unas otros, en un argumento de acciones demoradas.

Prevalece una plena atmósfera de pesadilla, acentuada también por la práctica ausencia de diálogos, profundizando la sensación de extrañeza y de alienación absoluta. En realidad, la perspectiva adoptada por Nolan es a menudo la de la conmoción, del trastorno que deja mudos a los cuales lo sufren, de la incapacidad de reacción, un tipo de estado catatònic. Una original impresión que mantiene el film en una atmósfera de irrealitat a pesar de la crudeza de la situación, en que la guerra, aparte de ser vivida en primera persona, es observada también desde la distancia, con testigos privilegiados que al contemplar con retraso el que el espectador antes ya ha visto desde otra localización, fortalecen un fascinante e hipnótico clima de insomnio, la madre del desconcierto.

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