monica alvaro

Opinión

Agramunt, Eurovisión y “Que me quiten lo bailao”

Portaveu adjunta de Compromís

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Si pensábamos que en política nada nos podía volver a sorprender, estábamos muy equivocados. Ver a toda una presidenta de la Comunidad de Madrid vaciar su bolso para extraer dos botes de crema facial no pagados, la deja a una con la boca abierta, indignada y preguntándose: “sí, claro, y ahora ¿qué más?”. Pues sí, aún hay más. De buena mañana en la radio escuchábamos atónitos cómo un “respetable” señor de traje, corbata y camisa blanca afirmaba que estar entre prostitutas era una fantasía, y reclamaba las fotos de tal evento para fardar con sus amigos, que deben compartir su misma ética y decencia.

Toda España y parte del extranjero se despertaba sabiendo que el señor (si todavía le encaja dicho nombre)Agramunt Font de Mora, además de ser un posible corrupto es, abiertamente y sin sonrojo, un putero.

Hace más de un año, concretamente en febrero del 2017, esta diputada ya tomaba conciencia y sentía vergüenza ajena cuando investigaba la figura del señor Agramunt, ilustre senador y en aquel momento, presidente de la Asamblea de Europa, y ahora mundialmente conocido por sus fantasías sexuales. Y cierto es, la verdad supera la ficción, y si no me creen, continúen leyendo.

La historia de Agramunt viene de lejos: se remonta a 1990, cuando se convertía en el primer presidente valenciano del PPCV, que en aquel entonces renunciaba a sus siglas de Alianza Popular dado que el escándalo del Caso Naseiro había hecho mella en ellas. De ese primer caso de corrupción, que al recordarlo parece que nos estemos remontando a la época paleolítica, Pedro Agramunt salió ileso aunque las escuchas, que fueron declaradas nulas, hacían referencia tanto al conocido “yo entré en política para forrarme”, como “al quiosco que se ha montado Agramunt” que, agárrense ustedes, no era ni más nimenos que la concesión de un parking en el mismo centro de Valencia.

En el currículum de quien fuera el primer presidente del PPCV también influyó su condición de ejercer la presidencia de la patronal valenciana y de pertenecer alpatronato de Feria Valencia, que todos y todas sabemos cómo se encuentra de endeudada gracias a los líosy los “simpa” del partido Popular. Aún diré más: Agramunt y Vicente Sanchis Perales, en aquel momento diputado por Valencia, fueron artífices y responsables de introducir a Luis Bárcenas en la sede del PP en Génova. Y tanto amor y tantas amistades de esas de “te quiero un huevo” fructificaron en los veintiséis apuntes de los papeles de Bárcenas en los que aparece el registro de “P. Agramunt”. Luisito (que así era conocido el ex tesorero) anotaba todo ello con mucha pulcritud y estima, que ya sabemos que el amor y la fraternidad reinan en el Partido Popular, y si no que le pregunten a Cifuentes.

Actualmente, Agramunt ostenta cargos de representación ni más ni menos que desde 1989, nombramientos que ha ido encadenando uno tras otro con el beneplácito del Partido Popular valenciano, ese que ahora hace como si no lo conociera. Sí señor, mientras por desgracia nuestros jóvenes y no tan jóvenes lo único que encadenan son contratos laborales en precario, Agramunt renovaba en el partido de la gaviota (aunque él sea más del aguilucho) sin que entre ellos mediara pregunta alguna o rendición de cuentas ante los capitostes del partido (si es que los tenía).

Pero ni siquiera el confortable y mullido asiento del Senado era lo bastante bueno para las posaderas de este ilustre valenciano y tampoco era lo suficientemente amplio para satisfacer las aspiraciones de este aficionado a prostitutas y caviar. Así, con ínfulas de eurodiputado frustrado, el señor Agramunt en septiembre del 2015 se presentaba como candidato a la elección de presidente de la Asamblea del Consejo de Europa, consejo del que ya formaba parte desde 2013. Por si no les cuadra cómo pudo acceder al cargo, les recuerdo que este órgano no se elige democráticamente.

Tal vez los 200.000 euros que se le acusa de haber recibido como soborno para su campaña personal fuesen los que le llevarían a presidir dicha Asamblea Europea, y de ahí a blanquear el nombre de Azerbaiyán, una ex república soviética que, todo y que dispone de bastos recursos petrolíferos, no emplea dichos fondos en la consecución del bienestar ciudadano, y digamos que adolece de respeto por los derechos humanos. De hecho, este país que pretende ser europeo y del que solamente recordamos su conquista eurovisiva en 2011, vive inmerso en el conflicto Nagorno-Karabakh, que ha protagonizado las más sangrientas páginas de la historia contemporánea.

Y defendiendo la canción “Que me quiten lo bailao” con la que España se presentaba a Eurovisión, allí estaba nuestro senador valenciano, informando de las bondades del régimen de Baku mientras, y de nuevo “supuestamente”, se llenaba la boca de caviar, los bolsillos de billetes de 500 y regresaba a casa envuelto en regalos de Hermes sin contar con otras cosas que ustedes y yo hemos leído.

Ni la hipotética compra de voluntades, ni los informes que presentaban a Azerbaiyán como la capitalidad de la buena voluntad y la concordia, intervinieron para que el Partido Popular Europeo le retirara la confianza. El valenciano hubo de cruzar nuevamente la línea de la decencia, del respeto y llegar hastalo que podría parecer el argumento de una serie de ciencia ficción que ni Netflix ha ideado todavía.

Esta vez, y aprovechándose de su condición de senador por Valencia, Agramunt no dudó en acudir a una entrevista a bordo de un avión del gobierno ruso, con el mismo Bacher Al-Assad, el dictador sirio que en esos días acababa de bombardear la región de Idlib con armas químicas y que causó la muerte de un centenar de personas.

Finalmente Agramunt dimitiría del cargo de presidente de la Asamblea del Consejo de Europa tras las constantes denuncias y acusaciones del Senador Carles Mulet, del eurodiputado Jordi Sebastià y de esta diputada en Corts que les escribe, denuncias ante las que el PP valenciano de Isabel Bonig todavía no se ha pronunciado. Ni tan siquiera la combativa Eva Ortiz, ex eurodiputada, ha hecho mención alguna al asunto y eso que ostenta la vicepresidencia de la Comisión de Asuntos Europeos en las Corts Valencianes.Mientras tanto, y en una galaxia muy lejana, la televisión armenia, que sí mostro interés por el affaire Agramunt, entrevistaba a los denunciantes aquí en casa. Y ya les digo yo que hablar en armenio no resulta fácil.

Eso sí, Agramunt solo dimitiría con la condición “sine qua non” de previamente recibir como presidente de la Asamblea Europea al rey Felipe VI. Y no renunciaría al cargo sin antes colgar en su perfil de Facebook unas cuantas fotos del encuentro con el monarca, que ya saben ustedes del gusto de este señor por fardar de fotos ante sus amistades.

Conocido por todos lo que ya sabíamos en Compromís, y lo que llevamos más de un año denunciado, ahora toda España se pregunta cómo puede permanecer este putero confeso en un alto cargo de representación institucional. Desde Compromís lo que hoy nos preguntamos es cómo Isabel Bonig puede seguir callando frente todas las sospechas más que probadas e insultos a la inteligencia humana que ha protagonizado este personaje público.

A Cifuentes no la han hecho caer sus múltiples represiones contra las manifestaciones en Madrid, ni tan solo mentir y el fraude de ley que supone poseer un máster con firmas falsas. Su pretendida cleptomanía es la causa de su dimisión. Y para Agramunt será su soberbia, su afán de protagonismo y sus ganas de fanfarronear lo que le harán caer después de casi 30 años de aprovecharse de los valencianos y valencianas. Ya saben ustedes “la avaricia rompió el saco” y el amor, el gusto por los regalos caros (o no tan caros, como la crema Olay) harán caer los vestigios del régimen más caduco del Partido Popular.

Mònica Álvaro, Portaveu adjunta de Compromís en les Corts

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